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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 128

JUAN VAN-HALEN ACEDO españolas, los españoles han ignorado los propios documentos que aquellos tradujeron al inglés; y lo que es peor, tampoco han traducido al castellano la documentación original inglesa para poder escribir una historia objetiva basada en el análisis de los puntos de vista de los protagonistas de ambos bandos. (...) Con el Corpus documental pretendemos un claro objetivo: contribuir en la medida de lo posible a un mayor acercamiento a la verdad histórica, basándonos exclusivamente en el único testimonio que nos queda de los protagonistas: sus propios escritos». Los autores de esta monumental obra afrontaron, desde el inicio de su gran reto, un tratamiento integral, exhaustivo, cronológico, de la documentación conocida; corrigieron los errores, sobre todo de transcripción, en los documentos ya publicados, y añadieron nuevas fuentes primarias, para lo que accedieron a fondos hasta entonces desconocidos o en los que no se habían detenido lo bastante investigadores anteriores. Por ejemplo, las anotaciones marginales de la mano del rey Felipe en muchos de los documentos no habían sido estudiadas con el detenimiento que requería este período crucial. En ellas el monarca expresa opiniones de enorme interés histórico sobre la empresa en gestación. Para no tener en cuenta las jugosas anotaciones debidas a la real mano, autores como Hume se escudan en que las glosas manuscritas del rey «son espantosos garabatos que hacen la desesperación del más experto paleógrafo». En esta línea, la mayoría de los tratadistas, por pereza o falta de perseverancia, habían preferido hasta ahora omitir las glosas en cuestión. Cuando en este volumen se habla de las vicisitudes de parte de los supervivientes de la Gran Armada en Irlanda, Escocia o Inglaterra, he recordado un viaje como enviado especial de prensa a la costa irlandesa, hace más de cuarenta años, en pos de las huellas de aquella gran flota. Guardo un recuerdo emocionado de un pueblecito irlandés, Spanish Point, en el condado de Clare, al sur de los acantilados de Moher, llamado precisamente «Punta Española» porque allí fueron a dar algunos de los supervivientes de la Gran Armada, que fueron hospitalariamente socorridos por los lugareños, católicos como ellos. Muchos de estos supervivientes decidirían quedarse y rehacer su vida en este pueblecito donde cada año, en su memoria, se celebra el «Festival Español», en el que se elige la «Dama Española», la muchacha del lugar que muestre una belleza «más española». No muy lejos de Spanish Point, un equipo de buscatesoros estaba empeñado en el rescate del navío Santa María de la Rosa, hundido sin supervivientes frente a los acantilados irlandeses y cuyo pecio se localizó en 1967. Cerca de Punta Española, un monolito, inaugurado por don juan Carlos y doña Sofía en 1988, recuerda el naufragio del San Esteban y el San Marcos, y allí se mantiene la leyenda de «la tumba de los españoles». Se trata de un hermoso rincón de costa donde la tradición asegura que están enterrados centenares de náufragos españoles, ejecutados sin clemencia por las tropas inglesas. Al regreso de mi primer viaje a Irlanda tras las huellas de la Gran Armada, en 1971, publi- 12 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 128


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