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MEMORIAL DE ARTILLERIA 168-2

39 tido de que no precisan medios de adquisición de objetivos en profundidad, radares, UAV,…, muy costosos), y más todavía si se da prioridad a las brigadas ligeras. Esta solución facilita la aportación a nuestros aliados de capacidades militares de forma rápida y sencilla y da al nivel político opciones de empleo relativamente económicas y ágiles en casi todas las situaciones que ahora nos son familiares. El principal inconveniente es que, a medio plazo, nuestro Ejército dejará de ser capaz de ejecutar operaciones a gran escala, limitándose a ser una simple agrupación de brigadas que actúan más o menos coordinadamente: el Ejército español carecerá de capacidad de realizar operaciones con un mínimo de entidad de forma independiente, lo que supone una importante limitación de soberanía. Esta solución sería aceptable para países con un “vecindario” más tranquilo que el de España (como es el caso de la mayoría de nuestros aliados europeos), pero no en el nuestro. La tercera de las opciones implica mantener un número mínimo de unidades de cada uno de los tipos que materializan las capacidades críticas identificadas. Esto implica que el Ejército dispondría, pese a tener un tamaño reducido, de una gran variedad de unidades. Esta organización supone una gran complejidad logística y organizativa y, en principio, una menor flexibilidad y disponibilidad para aportar fuerzas a operaciones de estabilización multinacionales. De la misma forma, el mantener unidades de Artillería de División o de Cuerpo de Ejército implica la adquisición de medios artilleros muy específicos y muy caros, lo que implica un importante coste de adquisición Artillería y Doctrina en España y mantenimiento. Igualmente implica una mayor proporción de personal dedicado a mantener órganos de Mando y Control muy grandes en comparación con el número de unidades disponible. En realidad, para mantener estas capacidades esenciales no es necesario disponer del último modelo de material en servicio. Lo importante es mantener los órganos intelectuales (traducidos en Cuarteles Generales y Puestos de Mando) que preservan el conocimiento, el know-how, de esa capacidad. Para mantener la capacidad en cuestión tampoco es necesario que las plantillas estén completas. En el caso de los lanzacohetes de campaña, por ejemplo, disponer de una sola batería (o, incluso de una sola sección), y de su Puesto de Mando, puede ser suficiente para disponer de los elementos necesarios, que en caso de necesidad, permitan reconstituir al nivel requerido la capacidad preservada “en embrión”. Esta tercera alternativa depende de la existencia de una doctrina clara y precisa sobre la forma de combatir que se espera de ese Ejército, y que todos los esfuerzos se dirijan a conseguir que éste mantenga su capacidad para ejecutarla. A juicio del autor, tanto la primera como la tercera de las opciones descritas permiten conservar las citadas capacidades esenciales del Ejército (no así la segunda). Siempre y cuando se solucione al menos el principal de los problemas descritos: el desarrollo de un concepto doctrinal claro, detallado y aplicable. Sin él, y en palabras de Séneca, “al barco que no sabe hacia qué puerto navega, ningún viento le es favorable”. El teniente coronel D. Carlos Javier Frías Sánchez pertenece a la 279 promoción del Arma de Artillería, está en posesión del curso de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, y en la actualidad es Jefe del GAAA VI/30 de Ceuta


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