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EJERCITO DE TIERRA JULIO AGOSTO 2016

Operaciones REVISTA EJÉRCITO • N. 904 JULIO/AGOSTO • 2016  17  lo largo de las provincias cubanas. En caso de invasión, la descentralización podría llegar hasta los últimos niveles. Por debajo del despliegue de las pequeñas unidades encontramos las Zonas de Defensa, en número de 1.164, la cuales componen un denso tejido que ocupa todo el territorio nacional. Para responder a esto, la Ley de Defensa Nacional cuenta con las tropas territoriales, una versión elaborada de milicias populares existentes desde antes de la promulgación de la ley. La participación en ellas es voluntaria, pero es un punto importante para obtener el carné del Partido Comunista. En sus mejores tiempos llegaron a encuadrar hasta un millón de personas. Completando la estructura encontramos las Brigadas de Producción, que se encargarían de la defensa y mantenimiento en actividad de la estructura productiva y que recuerdan a los Soviets de los trabajadores; y, finalmente, el Ejército Juvenil del Trabajo, jóvenes excedentes del servicio militar, estudiantes y recién licenciados que cooperarán con las unidades o apoyarán las necesidades productivas que se determinen. De todo lo anterior, lo fundamental para lo que aquí se trata es: el ejército flexible, compartimentado y capaz de operar independientemente en caso necesario; la estructura de Inteligencia, fundamental para la supervivencia del régimen; y, finalmente, las tropas territoriales, conocidas como «Milicias populares». Estos elementos, junto con los Comités de Defensa de la Revolución, tienen llamativos precedentes en la historia española de la isla de Cuba. LOS ANTECEDENTES Tenemos que viajar bastante atrás para ver algo de este diseño. Es allá por el lejano año de 1762 cuando los ingleses, siempre «la pérfida Albión», atacan por sorpresa La Habana y la toman tras más de cuarenta días de bombardeo constante de la fortaleza del Morro. Al final, sendas minas harán desmoronarse las defensas, cae la fortaleza y muere la mayor parte de sus defensores, entre ellos los heroicos Velasco y Fernández, a cuyos hermanos su majestad otorgará sendos marquesados por el valor de sus mayores. Y es que el heroísmo no siempre tributa directamente. Pues bien, ya en esa ocasión se pudo observar también la importante contribución de paisanos, libertos e incluso esclavos pero, en cualquier caso, en Madrid se dieron cuenta de que el sistema necesitaba reformas y para ello enviaron como capitán general al conde de Ricla y al general O’Reilly, cuyo nombre aún perdura en una de las calles más famosas de la Habana Vieja, como su segundo, con el específico encargo de la reforma militar. Para O’Reilly la cosa estaba bastante clara. España no tenía suficientes regimientos para defender las tierras de ultramar y era necesario armar a los residentes; es decir, se necesitaba crear nuevos cuerpos militares nutridos por los habitantes de la Capitanía cubana y saber cómo se sustanciaría mediante las milicias territoriales, en las que se alistarían los criollos de la oligarquía en sus puestos de mando y oficios y comerciantes en los puestos de tropa y suboficiales. También supondría una oportunidad para los mulatos y negros libres con las llamadas «Compañías de pardos», que también se desarrollarían para la ocasión. Además, los caudales para su sostenimiento saldrían de los propios territorios, motivo de alegría para los interventores reales. El sistema fue un éxito absoluto y, si bien los ingleses, tras la devolución / trueque de la mayor de las Antillas por la Florida, no volvieron a aparecer por La Habana (algo tendría que ver también la construcción de la imponente fortaleza de La Cabaña), el buen funcionamiento de las milicias permitió que los regimientos estacionados en Cuba pudiesen desplazarse en auxilio de Gálvez para retomar parte de la Florida. Tan bien funcionó el sistema ideado por O’Reilly que, aparte de su promoción a los más altos grados militares, fue trasplantado a los virreinatos y capitanías de «Tierra Firme», como se llamaba entonces al territorio continental, donde funcionó con igual eficacia. Los años van pasando y el deterioro de España como Estado es cada vez más evidente. Mientras, las milicias sirven para que jovencitos criollos acomodados, como el propio Simón Bolívar en su Caracas natal, puedan hacer rápidas y lustrosas carreras de oficial, llegando a lucir sus galas militares en los salones de la corte madrileña. También tenemos el caso del padre de Francisco Miranda, oficial de milicias, lo que le procuraría


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