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Boina Negra 285

Mis primeras palabras no pueden ser más que de agradecimiento al Jefe de Estado Mayor del Ejército, por la confianza que ha depositado en mí al designarme como Jefe de la BRIPAC. Es un reto que acepto con gran satisfacción profesional y personal, comprometiéndome desde el primer instante a afrontar todos los desafíos inherentes al ejercicio del mando de esta gran unidad. También quiero recordar a mi predecesor en el cargo en el mando, el hoy general de división Juan Cifuentes Álvarez, con el que, hace unos años, tuve el privilegio de compartir vicisitudes y vivencias como capitanes de compañía en la Tercera Bandera. El nivel de preparación de la Brigada, la acción de mando que ha ejercido, su carisma, son también retos para mí que serán difícil siquiera de alcanzar. En febrero de 1966 se constituye definitivamente la BRIPAC, integrando en ellas las banderas paracaidistas y los apoyos necesarios para combatir de forma autónoma. Es un honor para mí ser designado para su mando cuando se cumple el cincuenta aniversario de su constitución. Soy consciente de que soy depositario del Espíritu Paracaidista; ideado por nuestros fundadores; forjado en Ifni y en todos los escenarios y operaciones en los que han intervenido las Fuerzas Paracaidistas; y que ha sido pulido y acrisolado por los 19 jefes de la Brigada que me han precedido. Este espíritu caló en mí cuando ingresé por primera vez en estas Fuerzas, en el año 1979 y que se consolidó en mis destinos de teniente en la Primera Bandera, capitán en la Tercera y comandante en la Segunda. Ahora es mi momento y me debo a todos aquellos que, llevando nuestra boina negra, han construido esta realidad actual que conformamos todos nosotros. Espero no defraudarles. También quiero resaltar que vivimos tiempos de cambios. El mundo actual evoluciona muy rápidamente y los escenarios en los que podemos ser empleados son múltiples y variados; la vida operativa de los medios de combate se ha reducido drásticamente por el rápido desarrollo de otros nuevos que dejan obsoletos los disponibles; las tácticas, técnicas y procedimientos cambian más rápidamente que los escenarios que afrontamos y los medios que empleamos. Y es aquí donde tenemos que interiorizar que no sobrevive el más fuerte, sino el que es capaz de adaptarse a los cambios. Pero, en esta realidad cambiante, tenemos que buscar un anclaje a nuestra razón de ser, que lo descubriremos mirando hacia nuestros orígenes. Desde la fundación de las Fuerzas Paracaidistas, los actos más solemnes finalizan con los gritos paracaidistas, incorporándose tras la guerra de Ifni-Sahara el dedicado a los caídos. En estas sencillas frases, en este concentrado prontuario, es donde encontrareis quienes somos. Cuando gritamos que solo Dios está sobre nosotros, decimos que no reconocemos a ninguna otra fuerza terrenal superior a nosotros. Este grito expresa lo mismo que declamamos en nuestra oración paracaidista: “queremos ser los mejores soldados de la Patria”. Y también estamos diciendo que empleamos un procedimiento de entrada en la zona de combate que nos distingue de todos los demás: somos paracaidistas y proyectamos nuestra fuerza por otra dimensión del espacio. Cuando gritamos que la victoria está con nosotros, nos estamos comprometiendo a prepararnos de modo incansable e insuperable, para asegurar el éxito en cualquier misión que se nos encomiende. Nadie es mejor que nosotros y nada nos detendrá, excepto la victoria. Cuando gritamos que el honor está en nosotros, estamos confirmando que poseemos unas cualidades morales que nos impulsan al cumplimiento de nuestro deber. Es la fuerza interior que nos blinda contra la antítesis de las virtudes militares y nos proporciona la fortaleza necesaria para afrontar cualquier desafío. La síntesis de estos gritos se expresa con un desgarrador ¡TRIUNFAR O MORIR! Este lema resume el espíritu de combate paracaidista: no conocemos medianías, no reparamos en el esfuerzo, tal y como nos enseñó el teniente Ortiz de Zárate cuando se comprometió a entrar en T’zelata o en el cielo. Por último, siempre tenemos que tener presente a nuestros caídos. Ellos cumplieron con su palabra y formarán siempre hombro con hombro con nosotros. Son un ejemplo y la demostración de que aquello que nos distingue, aquello a lo que nos comprometemos, es alcanzable. Espero que estas reflexiones sobre nuestros gritos de guerra os sirvan de refuerzo de vuestras convicciones cuando, en medio de la vorágine de los tiempos que nos ha tocado vivir, os aceche la incertidumbre o la desorientación. Volved a los orígenes de vuestra esencia paracaidista y enfrentaros con esas herramientas sencillas, pero poderosas, a este mundo cambiante, para estar preparados para cumplir con nuestro primer y más fundamental deber: estar en disposición permanente para defender a España. 3 editorial Vuestro Coronel Alfredo Pérez de Aguado Martínez


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