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LA LEGION 534

>> Actividades III CERTAMEN DE RELATO CORTO “CAPITÁN LEANDRO ALFAYA” Transcurridos un par de días, se presentó muy de mañana en la casa un vehículo de La Legión que le trasladó al cuartel de Cabrerizas Altas como se le conocía popularmente. En el cuerpo de guardia de la puerta de acceso se encontraba esperándole Marcial Bravo, un Comandante de la Escala Legionaria. Con una acentuada deformación profesional, de un primer vistazo y casi sin querer, estudió sus rasgos guerreros. Llevaba puesto el uniforme verde visiblemente impecable. Era un hombre corpulento pero no obeso, de pelo y barba blanca, cejas pobladas sobre unos expresivos y astutos ojos negros. Tenía la nariz grande y aguileña, de la que le habría quedado bien a un César, parecía tener en torno a los sesenta años pero se conservaba bien, de cuerpo atlético que demostraba el haber sido deportista en su juventud, la piel lucía el tenue aspecto tostado del té helado. Su sonrisa franca le sorprendió: blanca, uniforme y los dientes algo pequeños para una cara de rasgos tan marcados. Le gustó su apretón de manos cálido, tenía grandes nudillos como martillos en las manos, su voz era grave y contundente como la de un actor o un político. Resultó ser un personaje cordial y afable. Todo un caballero. “Lo primero que haremos será presentarnos al Señor Coronel”, dijo el hombre de armas, y se encaminaron a su despacho. El Jefe de la Unidad los recibió con mucho afecto y dijo estar al corriente de la situación. Tras algunos comentarios del trabajo a realizar y ofrecerse a ser de ayuda en todo lo que pudiera necesitar, deseó buena suerte y dijo que le dejaba en buenas manos, refiriéndose al Comandante. Al salir del edificio de la Plana Mayor de Mando, Bravo dijo muy solemne y en un tono socarrón: “Menuda papeleta me toca lidiar”, ante la cara de asombro de su acompañante, abundó: “Mire, llevo cuarenta y tres años en la carrera de las armas, ingresé en La Legión con dieciséis años, en aquel entonces, cuando te alistabas, se permitía cambiar el año de nacimiento y los apellidos, soy hijo y sobrino de legionario, vamos, como diría un castizo, de pura cepa. Me licencié en Historia por la UNED robándole horas al sueño y a mi esposa e hijos y pretenden que en una mañana, sintetice toda la dilatada existencia de este Cuerpo. Creo que si lo consigo me van a tener que otorgar el Cum Laude”. Se dispusieron a dar un paseo por el recinto, sus jardines, edificios, zonas de trabajo, áreas de descanso, campos de deportes, pista de aplicación y demás construcciones. Durante todo el recorrido el Comandante no dejaba de dar explicaciones: “Mire aquella Compañía de legionarios allí formada con el uniforme de campaña, van a realizar a pie una marcha táctica de unos treinta kilómetros de distancia, observe que van provistos con todo el armamento individual, munición y equipo de combate, eso supone más de veinte kilos de peso y además tienen marcado un tiempo límite para realizarla. Pasearon por los talleres y segundos escalones de mantenimiento donde el personal especialista seguía una escrupulosa puesta a punto y reparación de los vehículos, transmisiones, armas y demás equipos o materiales. Visita obligada fue pasar por la reluciente y limpia zona culinaria donde pudieron apreciar cómo se elaboraba el exquisito menú de comida que degustaría a medio día todo el acuartelamiento, les acompañó el Chef un tipo jovial que, durante un pequeño refrigerio que les ofreció en el comedor, en clave irónica les comentó que había desarrollado su propia regla general: “en la guerra, como en la cocina, demasiados cocineros arruinan el plato”. Y entre risas Marcial añadía: “O como aseguran los Tuaregs: - quien trata de montar al mismo tiempo en dos camellos acaba rodando por los suelos -”. Posteriormente prestarían atención a cómo se ejercitaba la tropa en el paso de la pista de obstáculos y las demás disciplinas gimnásticas. Mención aparte fue la explicación dada sobre el concepto de la preparación física en La Legión, pues ésta incrementa la capacidad física del militar para desempeñar sus cometidos, sus beneficios tienen una trasferencia directa y utilitaria al ámbito de la Instrucción y el Adiestramiento, proporcionando hábitos saludables y unos beneficios en la salud del individuo. Todos los componentes del Tercio, desde el Coronel, hasta el último legionario, han de pasar obligatoriamente todos los años un test de condición física ajustados a su edad y sexo. Por otro lado, existe la práctica de lo que denominamos deportes militares como las Patrullas de Tiro, Pentatlón Militar, Carreras de Orientación o Tiro con Arma Larga y Corta entre otros, que tienen un papel crucial en el desarrollo integral y físico del soldado, ya que poseen efectos directos en la preparación para el combate. Su fomento y consolidación es una preocupación constante de los mandos. Tanto es así que, hasta no hace muchos años, se constituyó una unidad tipo Compañía donde se encuadraban todos los deportistas de elite o que destacaban en alguna disciplina para favorecer los entrenamientos y su dedicación exclusiva, con la finalidad de participar en las distintas competiciones nacionales e internacionales para representar y proyectar la imagen de nuestro Ejército”. Era notorio que el Comandante, por la forma de explicarlo, había sido buen deportista y creía fehacientemente en la relación directa que existe entre deporte y milicia y, añadió: “Si no sabes combatir, solo eres consciente de dos dimensiones. Gracias a la Instrucción y el Adiestramiento, comienzas a ver tus acciones de una forma tridimensional, como si las observaras desde fuera, es la diferencia entre contemplar un bajorrelieve o una escultura (nunca mejor dicho). Entonces descubres que la clave reside en controlar la distancia. Por muy bueno que seas, el contrario siempre tendrá una oportunidad para matarte. El filósofo Nietzsche mantenía que la disciplina del sufrimiento es lo que ha proporcionado toda la elevación a la humanidad hasta hoy”. El escultor estaba encantado con todo lo que estaba aprendiendo, todo ello añadía una pieza más a la tesela 66 534 · I-2016 La Legión


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