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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 132

EL NAUFRAGIO DE LAS FLOTAS DE UBILLA Y ECHEVERS (1715) durante varias semanas. El fuerte de San juan de Ulúa, donde amarraban los navíos, estaba muy mal protegido contra algunos vientos. Al mismo tiempo, la flota del fallecido general Arriola se encontraba en puerto a punto de regresar a España y, por tanto, había saturado los mercados con sus géneros. y, por si fuera poco, el galeón de Manila llegaba al puerto de Acapulco unos días después que la flota de Ubilla, con lo que la situación se había tornado extremadamente difícil para dar una salida aceptable a las mercancías transportadas (11). Pero, como todo puede ir a peor, al coincidir en puerto las dos flotas, se suscitó entre ambas un conflicto de jerarquía y competencias. Muerto el general Arriola, el virrey, duque de Linares, nombró nuevo general al mando a su segundo, don Pedro Ribera. Pero Ubilla consideraba que, al haber sido nombrado por el rey, tenía más autoridad que Ribera, por lo que le ordenó que arriara su insignia, ya que en puerto solo podía estar izada una. Presentada la disputa al virrey para que la dirimiera, este tomó partido por Ribera, enemistándose desde ese momento con Ubilla. La situación aconsejaba una espera prudente. En septiembre de 1713, las compraventas habían mejorado y se pensaba en un pronto regreso, pero el virrey ordenó que la flota invernase en Veracruz. El 4 de diciembre, Ubilla escribió a Bernardo Tinajero quejándose de que su flota se encontraba retenida por el duque de Linares y que sus gastos iban en aumento (12). Don juan joseph de Veitia, administrador general de los reales azogues en Nueva España, residente en Puebla de los Ángeles, en cumplimiento de lo ordenado por su majestad envió a la flota los dineros y las cuentas relativas a la venta del azogue. La Corona tenía el monopolio de este mineral, esencial en el método de extracción de plata. En esta ocasión enviaba 261.459 pesos escudos, para ser repartidos por mitad entre capitana y almiranta. Por no haber tenido tiempo de reducirlo todo a moneda, una parte, 84.095 pesos, iba en pasta en 101 piezas de plata, con la señal de la coronilla y numeradas. Se adjuntaba una relación de todas las piezas de plata numeradas y con su sello, indicando de forma individual su peso en marcos y su valor en pesos. En el informe, remitido el 5 de abril de 1714 al secretario de Marina e Indias, Tinajero de la Escalera, añadía que no había habido tiempo de añadir las cantidades procedentes de las minas de Zacatecas, Parral y Guadalajara. Casi una año después, el 9 de marzo de 1715, en vista del retraso en la salida de la flota, Veitia envía a los oficiales reales de Veracruz 518.000 pesos escudos más, acumulados en ese período procedentes de los beneficios de la venta de los azogues. Esta nueva cantidad se repartiría, igualmente, entre la capitana y la almiranta (13). (11) De hecho, la capitana y la almiranta, por sí solas, consumían 4.000 pesos mensuales. Véase WALKER, G.j.: Política española y comercio colonial, 1700-1789. Ariel, Barcelona, 1979, pp. 83-85. (12) AGI, Indiferente General, leg. 2647. Cartas, expedientes y otros papeles de la flota del general Ubilla. En el contrato con la Corona, esta se comprometía a asumir los costes debidos a demoras en el retorno. (13) AGI, Contaduría, leg. 1030. Caudales remitidos por Veitia. Año 2016 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 47


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