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Por otra parte, estas experiencias históricas y las consecuentes percepciones han formado también una determinada cultura de defensa en sentido objetivo. Y aunque este ámbito haya sido menos estudiado podríamos enunciar algunas características de la cultura (mayoritaria) de nuestra sociedad. Así, podemos decir que es altamente pacifista —¿por qué necesito defenderme si yo no voy a atacar a nadie?— y que en algunos sectores —extremadamente minoritarios aunque muy activos— puede llegar a ser antimilitarista; que las Fuerzas Armadas son altamente valoradas por la sociedad y, sin embargo, no forman parte de las prioridades a la hora de atribuirles recursos o de dedicarse profesionalmente a ellas; que es una cultura preferentemente europeísta, a pesar de cierto desencanto y preocupación, por lo que se ve con buenos ojos una defensa europea y la formación de un ejército europeo; que existen desde hace tiempo expresiones —a izquierda y a derecha— de cierto antiamericanismo; y que hay reticencias a las proyecciones exteriores —aunque desde hace un tiempo las operaciones de paz merezcan aprobación— propias y mucho más a las de aquellos países u organizaciones que aparecen como expansionistas o incluso imperialistas… Puede gustarnos o no, pero creo que es una descripción adecuada. Si pensamos que esta situación debilita nuestra seguridad debemos actuar para transformarla en una cultura de defensa más realista y próxima al mundo en que vivimos. Sin un fuerte apoyo social a las políticas de defensa y seguridad, nuestra defensa y nuestra seguridad son más débiles e inseguras. Esto requiere que nuestros representantes y gobernantes den importancia a las cuestiones de seguridad y defensa. Si en sus discursos y debates no aparecen estos temas, si no le dan la importancia debida como últimos responsables de nuestra seguridad y defensa, ¿cómo podemos esperar que el conjunto de la sociedad les atribuya importancia y pueda desarrollarse una adecuada cultura de defensa? Desde la perspectiva de la investigación se nos puede abrir un amplio horizonte si aplicamos conceptos y metodologías de la antropología cultural, de la sociología y de otras ciencias sociales para profundizar en el concepto de cultura aplicado a la defensa, analizando específicamente la sociedad española y su desarrollo histórico en relación con la defensa nacional. QUÉ HACER Para que se desarrolle una cultura de defensa entre los ciudadanos es necesario que exista una percepción de la existencia de riesgos y amenazas —tradicionales, nuevos o híbridos— a nuestra seguridad individual y colectiva. Este debe ser un objetivo prioritario en las políticas para una cultura de defensa. La labor realizada en el ámbito universitario está dando ya sus frutos; podemos afirmar que hoy existe una comunidad de defensa con importante masa crítica. No podemos dejar esta presencia. Pero al mismo tiempo debemos fijarnos nuevas prioridades. Existen tres campos fundamentales para avanzar significativamente. Uno es el de los responsables políticos y sociales, sobre los que he hecho una primera reflexión. Otro es el de los medios audiovisuales y de comunicación: en una sociedad como la actual, en que las imágenes y la rapidez y concisión de las comunicaciones invade todos nuestros ámbitos de actividad y condiciona nuestras percepciones y nuestra manera de vivir, no podemos dejar de lado estrategias y acciones de una comunicación moderna y unas imágenes que actúen también en la seguridad y la defensa. Un tercer aspecto fundamental es el de la enseñanza antes de la universidad. La formación y el compromiso de los docentes es fundamental para conseguir resultados profundos y permanentes. Por eso, en este momento una de las líneas de actuación del Instituto Español de Estudios Estratégicos se dirige en este sentido. Se han realizado ya Junio 2016 Revista Española de Defensa 29 Hélène Gicquel


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