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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 327

La senda nuclear E L programa nuclear iraní se inició en los años 50 del siglo XX con apoyo financiero y tecnológico de una serie de países occidentales, en tiempos del derrocado sha Reza Pahlevi. En la década de los 60, Irán se adhirió al Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares con la URSS, EEUU y el Reino Unido, y fundó en 1967 el Centro de Investigaciones Nucleares de Teherán. Eso le permitió poner en marcha un reactor nuclear que utilizaba como combustible uranio altamente enriquecido, y adquirir plutonio suministrado por Estados Unidos. Unos años más tarde, Irán ratificó el Tratado de No Proliferación Nuclear y firmó un acuerdo con una empresa alemana para construir una central nuclear en el puerto de Bushehr, en el suroeste del país. Junto a esto se aprobó un programa nuclear con ayuda norteamericana que incluía la construcción de 23 centrales nucleares para el año 2000 y, con la colaboración de Francia, un centro de investigaciones atómicas en Isfahan. El espaldarazo a este ambicioso proyecto se produjo en 1976 cuando el presidente estadounidense Gerald Ford firmó un acuerdo de cooperación con Irán que permitía la compra a empresas norteamericanas de instalaciones destinadas a extraer plutonio del combustible de los reactores nucleares. Pero con el triunfo de la Revolución Islámica se frenó todo el programa de investigación Clérigos iraníes observan en junio de 2011 un misil balístico Shahab 1 en una localización desconocida durante unas maniobras secretas. y desarrollo atómico. Tras unos años de parón, el programa de desarrollo nuclear se reanuda en 1981 en la planta de Isfahan, contando con la total oposición del gobierno norteamericano, que lanza una batalla diplomática para entorpecerlo. No fue hasta 1984 cuando empezaron a surgir los primeros informes sobre la posibilidad de que Irán dispusiera de armas atómicas en breve tiempo, pese a que por esos años continuaba la guerra con Irak. Una vez finalizada la contienda, el gobierno de Teherán decide impulsar de nuevo sus proyectos nucleares y en 1995 firma un convenio con Rusia para reanudar la construcción de la planta de Bushehr. Como reacción a este acuerdo, Washington prohibió a las empresas norteamericanas cualquier tipo de comercio con Irán y aprobó una serie de sanciones económicas que penalizaba a cualquier país o compañía que invirtiera más de 40 millones de dólares anuales en la industria petrolera iraní. La crisis se agudizó en 2003, cuando el presidente iraní Mohamed Jatami anunció que su país estaba decidido a producir su propio combustible nuclear. La confrontación con EEUU y los países de la Unión Europea se fue endureciendo en 2006-2007. La Comunidad Internacional quería frenar cualquier posibilidad de que Irán fabricase armas atómicas, y el gobierno iraní defendía su derecho a poseerlas. En esta situación intervino en julio de 2006 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que aprobó una resolución exigiendo a Irán la suspensión inmediata del proceso de enriquecimiento de uranio, y al incumplir esta resolución los iraníes sufrieron nuevas sanciones, que fueron ampliadas en 2007 y 2008. En septiembre de 2009 Irán ensayó con éxito misiles capaces de alcanzar objetivos situados a 2.000 kilómetros, lo que EEUU e Israel consideraron una grave amenaza, y las sanciones se recrudecieron. En 2010, una resolución de Naciones Unidas declaró que no había pruebas de que Irán hubiese suspendido el enriquecimiento y reprocesamiento de uranio, y en 2011 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas amplió la lista de sanciones, que incluía el embargo del petróleo iraní por parte de Estados Unidos y la Unión Europea. Tras una serie de amenazas de guerra, sa- botajes, y ciberguerra, en noviembre de 2013 se llegó a un acuerdo provisional entre el Grupo 5+1 e Irán, que estipulaba la suspensión temporal del programa nuclear iraní a cambio del levantamiento parcial de las sanciones bajo la supervisión de la ONU. El trato adquiere forma definitiva en julio de 2015. Irán se compromete a no producir uranio enriquecido durante los próximos 15 años, a deshacerse del 98 por 100 del material nuclear de que dispone, a eliminar las dos terceras STRNGER/EFE partes de sus centrifugadoras, y a reducir sus reservas de uranio enriquecido de 12.000 a 300 kilogramos. Con el acuerdo, Irán recupera también unos 100.000 millones de dólares en activos congelados, regresa al sistema financiero internacional y puede reanudar la venta libre de sus inmensas reservas de gas y petróleo. No obstante, siguen en vigor las sanciones de Estados Unidos relacionadas con la tecnología de misiles balísticos y otras armas convencionales avanzadas. Pero hay pocas dudas de que el levantamiento de las sanciones supone una nueva etapa de modernización tecnológica y crecimiento económico, al tiempo que desbloquea las oportunidades de inversión para las empresas occidentales, en especial en los sectores aeroespacial y de automoción. El acuerdo se considera, además, un éxito para la política exterior del presidente norteamericano Obama y permite a Estados Unidos reducir la tensión en Oriente Medio y concentrarse en la región Asia-Pacífico para contener la expansión de China en esa zona. Pero no todos los aliados de Washington se han mostrado felices con el resultado obtenido. Israel recela abiertamente y muchos analistas coinciden en que el pacto amenaza con debilitar la tradicional amistad de Estados Unidos con Arabia Saudita. Abril 2016 Revista Española de Defensa 51


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