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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 332

p l u m a i n v i t a d a Crónica del camino entre Alepo y Varsovia Historia de dos ciudades Me piden un artículo sobre el futuro de la OTAN y la OTAN del futuro. En los noticiarios Alepo. Una niña extraída de entre los escombros. Una ciudad apisonada. Nunca el presente se pareció tanto al pasado como en la guerra. Nunca el futuro huyó tan despavorido del hombre como en la guerra. Nunca el hombre lo vio partir con tanta desesperanza como al son mortal de la artillería. Como en Alepo. En Bruselas, en los pasillos de la OTAN, en los del Ministerio de Defensa, en Madrid, Alepo duele. La ciudad simboliza la realidad cruda de una comunidad internacional que nunca logró cumplir con el deseo íntimo de la humanidad. Serlo. La organización que logró mantener la paz en Europa, la salud de unos valores, se readapta ahora a Alejandro Alvargonzález San Martín Secretario general adjunto para Asuntos Políticos y de Seguridad de la OTAN Alepo. Alepo como objetivo y la más horrible de las frustraciones. La paz como necesidad global en un mundo que ya no entiende de conflictos regionales porque sus efectos se desbordan y llegan a nuestra puerta. Nadie está a salvo. En la Cumbre de Varsovia los Jefes de Estado y Gobierno aliados tomaron nota de un planeta que camina en la incertidumbre. Ni siquiera la seguridad del conflicto existe. Es difícil aprehenderlo, sujetarlo y llevarlo a magnitudes cognoscibles. Nunca funcionó la bola de cristal, adivinar el futuro, adelantarse a él. Antes importaba menos. Cada cual velaba por lo suyo y la OTAN por Europa. Ahora es distinto. No basta con guardar la frontera. La frontera avanzada, el lugar donde se genera el mal, es el objetivo de quienes hoy queremos la seguridad, la paz, un mejor futuro. La OTAN tiene la obligación de velar por ello. Los «malos» mueven la frontera, ocupan territorios con el único objetivo de situar sus lanzaderas, de mirarnos de cerca, entrar en nuestra casa. Es así que en Varsovia surgió un concepto que supone un avance: la proyección de estabilidad. El paradigma es sencillo: si en muchas sociedades el desarrollo es la paz (conscientemente utilizo términos de otro tiempo, de cuando Pablo VI lo dijo: «hoy la paz se llama desarrollo», causando el asombro de algunos), condición imprescindible para procurar ésta es la solidez de instituciones que garanticen la seguridad, y que estén al servicio y bajo el control de los ciudadanos. Con la idea de «proyección de estabilidad» surge una tarea de la OTAN que no es nueva, pero se dimensiona de manera diferente. A su lado partenariados, proyectos, cooperación... Y la convicción de que la seguridad no puede ejercerse desde despachos situados en otro continente, en otra cultura, en otra lengua. La apropiación local de la seguridad como norma, procurando aprender y digerir cada contradicción que este esquema pueda generar. En ese contexto aparece la convicción de la complementariedad, con la Unión Europea, que posee herramientas muy avanzadas para desarrollar las bases de la gobernanza, con las Naciones Unidas, que nunca pensó que llegaría a tener bajo su mando, desplegadas por el mundo, tropas hasta totalizar, como hoy, 100.000 soldados, y creciendo. La conclusión es sencilla: la seguridad hoy es para todos o para ninguno. Esta nueva realidad no oculta la persistencia de lo antiguo, la naftalina bélica de los conflictos auspiciados por Estados. Por primera vez desde la Guerra En Bruselas, en los pasillos de la OTAN y en Madrid, Alepo duele 46 Revista Española de Defensa Octubre 2016


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