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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 134

PRESENCIA VASCA EN LA ARMADA ESPAÑOLA (II) de vuelta y le daban el derecho a escoger la nao apropiada y el capitán que la gobernase. El retorno se hizo secundando las órdenes desconcertantes y originales de Urdaneta. El “Padre Prior”, como lo designa algún cronista, lució sus dotes de cosmógrafo y de piloto. Tras una travesía que le ocupó el verano de 1565, avistaron tierras americanas. Esta vez se impuso la tozudez de fray Andrés. No quiso entrar en La Navidad, sino que pasó al puerto de Acapulco, “mejor puerto” que aquel, dice en su Diario de viaje. Con esta proeza, se merecía parcialmente el mote glorioso de su maestro Elcano : Primus circundedisti me. Arteche comenta la modestia del fraile que se refleja en el tono escuetísimo y brevísimo de su Diario de vuelta. Quizá haya algo más. Hacía casi cuarenta años que en Lisboa le habían secuestrado los mapas y papeles de su primer periplo. Ahora la hazaña estaba hecha, pero era mejor archivar el secreto en la memoria y en el corazón». Tellechea remata la serie sobre la expedición, el 2 de junio de 1968, con «La muerte de Urdaneta»: «El tres de junio se cumplirán puntualmente los cuatrocientos años de la muerte del ordiciano agustino fray Andrés de Urdaneta. El artífice del imposible retorno de las Filipinas a México emprendía su última singladura sin vuelta posible. Se cerraba el derrotero aventurado y sin rumbo que emprendiera a sus 16 años, cuando embarcó en la Sancti Spiritus de Elcano. A sus 60 años había acumulado en su alma una vida intensa, repleta de recuerdos, imágenes, hechos de armas, experiencias náuticas y humanas. También él había dado la vuelta entera al mundo. Terminaba la jornada el viejo lobo de mar y experimentado conocedor de los hombres, enfundado en un sayal agustino y como maestro de novicios. Este incansable viajero y célebre cosmógrafo sabía mucho de las mareas del alma, de los vientos pasionales, de los flujos y reflujos de la vida. Al cabo de cuatro siglos exactos de su piadoso tránsito, retorna su memoria y reverdece su nombre entre nosotros. josé de Arteche, amoroso biógrafo, ha reeditado su delicioso libro. él lo sigue con amor desde su cuna, tratando de penetrar en su vida azarosa de soldado y aventurero, de hombre de temple y mando, de hondo conocedor de los secretos marinos, de fraile piadoso. Poco sabemos de sus horas postreras. Aún están frescos sus triunfos. Hacía tres años que Legazpi, con todos sus capitanes y hombres de armas, había suscrito un informe al rey con los más encendidos elogios de Urdaneta, “el venerable Padre fray Andrés de Urdaneta” como en él lo llaman. Era el hombre del momento. Por eso celebran sus méritos recalcando sus servicios tanto científicos como técnicos. El era lumbre espiritual y temporal, consuelo y amparo de todos. Aún resonaban los vítores triunfales de México a este antiguo Gagarin audaz, los honores tributados por el Virrey y la Real Audiencia de México. Más tarde, el paso triunfal por la Corte de Madrid en compañía del hijo de Legazpi, la audiencia larga de Felipe II, los agasajos y las consultas del monarca. Urdaneta asombró a los cortesanos por su humildad, desinterés y poca hambre de glorias terrenas. Amó las grandes empresas y no la publicidad. Quiso concluir sus días como misionero en Filipinas. La obediencia lo retuvo en México. Envuelto en rezos, abnegación y oscuridad preparó los bastimentos para el último viaje. Era preciso calafatear bien la nave de la vida, remediando los entresijos por los que hacía agua. Tras una vida intensa y en una prematura y densa ancianidad, poblada de experiencias, las horas se condensan como en un paso rápido de cinta cinematográfica. Entre el tumulto de las horas variadas de la vida, emergen Año 2016 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 67


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