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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 134

NOTA EDITORIAL ANDANDO, andando, este reloj sin pilas que es el tiempo inexorable nos pone ya en septiembre o, como se diría académicamente, en el tercer trimestre del año. En el intervalo desde nuestra última cita con los lectores de la REVISTA, se han celebrado unas jornadas de Historia Marítima dedicadas al Subsistema Archivístico en la Armada y los filiales de las antiguas zonas marítimas, que nos hicieron conmocionarnos retrospectivamente con el incendio que en 1976 devoró el edificio colindante con el Panteón de Marinos Ilustres, y que hoy día alberga la Escuela de Suboficiales. Las llamas redujeron a ceniza parte de la documentación donde se plasma la historia de nuestras últimas provincias de ultramar, documentación que, tras el desastre del 98, se había trasladado de Cuba y Filipinas a la Real Isla de León. Nunca lamentaremos lo bastante esta laguna de imposible relleno, que deja a los investigadores sin opción de cotejar con las fuentes originales lo que se publica sobre estos territorios ultramarinos cuando permanecían bajo soberanía española. Como de pasada diremos que estas jornadas, con sus cinco conferencias, fueron un éxito. Las conferencias de mención fueron estas: — «Generación de documentación en los buques y dependencias», por el capitán de navío (R) josé María Blanco Núñez; — «El Subsistema Archivístico de la Armada», por doña Carmen Terés Navarro, directora técnica del mismo; — «El Archivo Histórico General de la Marina», por doña Silvia López Wehrli, directora técnica del Archivo General de la Marina Don Álvaro de Bazán; — «El Archivo Histórico del Museo Naval», por doña Pilar del Campo Hernán, directora técnica del mismo; — «Documentación de la Armada en archivos externos», por don Miguel Ángel de Bunes Ibarra, investigador del CSIC. Pese a lo denso de la materia tratada, la pericia de los conferenciantes logró hacer amena la exposición y destacar como se merece el esfuerzo que desde hace doscientos años realiza la Armada en materia de conservación, catalogación, recopilación y protección de nuestro patrimonio documental, tarea de la que fueron artífices ilustres marinos historiadores (Vargas Ponce, Fernández de Navarrete, Sanz de Barutell o Fernández Duro), el fruto de cuya dedicación es hoy fuente de obligada consulta para los investigadores navales, quienes gracias a ella ven facilitada sobremanera su labor. Recordemos que el primer reglamento del Archivo del Ministerio de Marina data de 1885 y que constituye una de las primeras regulaciones en su género. Añadamos, en fin, que los archivos en cuestión (el Archivo General de Marina Don Álvaro de Bazán, el Archivo del Museo Naval y los archivos periféricos), cuyas puertas están abiertas a cualquier investigador, acogen en sus estanterías más de cincuenta kilómetros lineales de colecciones y documentos.


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