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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 134

JORGE VILAS RODRÍGUEZ res de Felipe II. Me refiero a los sesgos subjetivistas que pueden desvirtuar los informes de los analistas de Inteligencia, provocando así que el decisor maneje una información tendenciosa, desfigurada por una interpretación interesada del informante (35). El duque de Alba, que no había tenido reparo en masacrar a los rebeldes de media Europa, mantenía en cambio una actitud muy favorable hacia los ingleses, posición que sus informes delatan (36). Por el contrario, los embajadores españoles en Londres siempre se mostraron más inclinados a la acción contra Inglaterra, quizá influidos por sus roces con los ministros de la reina William Cecil y Francis Walsingham. La Inteligencia como producto tomó diversas formas, entre ellas las que hoy consideraríamos las fuentes abiertas u open sources (OSINT): avisos, gacetas, diarios... Estas comenzaron a ser registradas por los servicios secretos de la época. Hoy en día, es habitual que los servicios de inteligencia acudan a fuentes abiertas para la elaboración de sus informes (37). Evidentemente, para poder disfrutar de la Inteligencia, el Imperio debía contar con una densa red de informadores que mantuviese constantemente informadas a las estructuras institucionales de la Monarquía. Ello suponía un gasto importante pero necesario. Los principales órganos asesores en materia de Inteligencia eran el Consejo de Estado y el Consejo de Guerra, ambos presididos por el rey. La diplomacia jugaba un papel fundamental ya que, además de encargarse de las relaciones entre países, trataba de reforzar la presencia del Estado en el exterior y de defender los intereses propios. Para esta tarea, los embajadores disponían de una red de Inteligencia que operaba en los principales puntos de la geografía europea (38). Los embajadores y las redes de espionaje Ciertamente, la consolidación de unos servicios de inteligencia permanentes fue paralela al desarrollo de la diplomacia permanente. Los embajadores del quinientos tejieron redes de espionaje en las cortes que les acogieron, convirtiéndose así en «los ojos y oídos del rey» (39). Los embajadores participaban en las conjuras tan habituales en la época, siendo por ello llamados los «espías honorables» (40). De hecho, varios embajadores españoles en Londres (Guerau de Spes y Bernardino de Mendoza) participaron en varias conspira- (35) jORDÁN ENAMORADO: op. cit. (36) CABAÑAS AGRELA, M.: «El temible Alba, un cordero ante Inglaterra», en Historia 16, núm. 331, 2003, pp. 8-25. (37) NAVARRO BONILLA, D.: ¡Espías! Tres mil años de información y secreto. Plaza y Valdés, Madrid, 2009. (38) ÍDEM: Inteligencia y análisis retrospectivo. (39) CARNICER GARCÍA y MARCOS RIVAS: op. cit. (40) ORTEGA TRIGUERO, j.j.; LóPEZ GUERRERO, M.A., y GARCÍA DEL CASTILLO CRESPO, E.C.: Introducción a la criptografía. Historia y actualidad. Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2006. 84 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 134


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