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nes, desarrollar las capacidades y la cooperación en materia de defensa y apoyar la industria europea. Al mismo tiempo, el Parlamento Europeo, la Comisión, y la Alta Represente han desvelado sus intenciones para insuflar un nuevo impulso a la «D» de la PCSD. Los planes van desde una mejora en los mecanismos de financiación de operaciones, hasta la búsqueda del modo de utilizar los grupos de combate (EU Battlegroups) pasando por la puesta en marcha de programas comunitarios de investigación en tecnología de la defensa. POSTURAS DISCORDANTES Pese al escenario señalado, más allá de la conocida posición de bloqueo del Reino Unido, algunos países de la UE, incluyendo los Bálticos y Polonia, son escépticos acerca de la integración de fuerzas militares europeas y de los beneficios de promocionar una «Europa de la Defensa». La mayoría de los Estados miembros de la UE siguen observando a la OTAN como la piedra angular de las relaciones bilaterales con los EEUU. Pero más crucial aún es que la seguridad de los países de Europa central y oriental sigue dependiendo de la potencia militar estadounidense, imprescindible para contrarrestar la creciente agresividad de Rusia. Estos países, con Polonia a la cabeza, han exhibido una fuerte preferencia por la Alianza, rechazando la idea de un ejército europeo, aunque esta posibilidad no se encuentre sobre la mesa —al menos de momento—. Por ejemplo, el llamado Grupo de Visegrado, formado por Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, ha hecho hincapié en la preocupación de que una PCSD más fuerte podría ir en contra de la OTAN. Estos países consideran que la UE no ofrece, ni de lejos, las garantías de la Alianza Atlántica y de EEUU. Además, y aparte de las cuestiones presupuestarias, existen importantes reticencias para ceder más competencias a la UE en detrimento de los parlamentos nacionales. En lo que se considera un retorno al nacionalismo más tradicional, muchos ciudadanos europeos sienten que son los Estado-nación los que mejor pueden responder a las demandas de seguridad. Es decir, allí donde la Unión Europea ha fallado, los Estados ofrecerían la solución. Por lo tanto, las propuestas para avanzar en la defensa y seguridad común europea deben tener en cuenta estas sensibilidades. En otros términos, la cuestión que se plantea es como reconciliar intereses y posturas nacionales con el proyecto de integración europeo. Una solución práctica sería avanzar en el desarrollo de la PCSD, para que la Unión Europea tenga a su disposición, de forma permanente, los instrumentos necesarios para la gestión autónoma de crisis. Pero al mismo tiempo, hay que configurar un mayor acercamiento político y una mejor cooperación institucional y operacional con la Alianza Atlántica. Cabe recordar que, si se descuenta al Reino Unido, 21 países europeos pertenecen a ambas organizaciones, y por lo tanto cualquier duplicación de esfuerzos significa una pérdida injustificada de recursos. Sólo a través de la coherencia estratégica y operacional, en lugar de competencia, es posible garantizar la estabilidad. En consecuencia, como lo han reconocido diversas instituciones y autoridades nacionales y comunitarias, la necesidad de establecer un nuevo marco de relación OTAN-UE se ha convertido en un elemento clave para el futuro de la PCSD. Noviembre 2016 Revista Española de Defensa 55 Rafa Navarro


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