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EJERCITO DE TIERRA NOVIEMBRE 2016

La galera real vista desde popa. Museu Maritim. Barcelona capturadas, incluida en la que iban los hijos del almirante turco, dos niños pequeños, que fueron tratados con toda consideración. El cuerpo central de la flota turca quedó derrotado por completo, y participaron en la fase final de la batalla 10.000 esclavos cristianos que fueron liberados, lo mismo que los galeotes a los que Don Juan de Austria prometió la libertad si luchaban contra los otomanos. Luchalí, en el ala derecha, seguía enzarzado con Doria y maniobrando con pericia, poniendo en aprietos las naves que habían vencido a Alí Bajá y que navegaban llevando a remolque las galeras turcas que había apresado. Juan de Cardona las libró del ataque dirigiéndose contra las del pirata, pero murió en la lucha y con él 150 arcabuceros españoles de los 500 del Tercio de Sicilia, que iban en las ocho galeras de Cardona. Con las 30 galeras que le quedaban, Luchalí logró escapar del golfo de Lepanto. Bazán apresó algunas que se quedaron rezagadas, pero abandonó la persecución al anochecer. A las cinco horas de lucha la batalla se dio por terminada. Los vencedores se recogieron en el puerto de Petela, de donde habían zarpado al amanecer de ese día. El 28 de octubre Don Juan de Austria dio por terminada la campaña; los venecianos se quedaron en Corfú y él, por orden de su hermanastro el Rey, se dirigió a Mesina, donde invernó. El balance de la batalla no pudo ser más demoledor para los otomanos: los cristianos se 100  REVISTA EJÉRCITO • N. 908 NOVIEMBRE • 2016 apoderaron de 250 naves (aunque la mitad estaba en muy mal estado), de unos 400 cañones y de sus dotaciones de remeros; murieron 15.000 turcos y 10.000 fueron capturados, aunque luego se escaparon bastantes; la Liga perdió unas 20 naves; 8.000 soldados, de los que 2.000 eran españoles, murieron en el combate, y 4.000 que resultaron heridos murieron poco después; en cambio, otros 10.000 heridos se recuperaron; solo 8.000 salieron ilesos del choque. Sin embargo, las consecuencias de la batalla fueron no tan grandes como se deseaba, pues si bien es cierto que en el Mediterráneo se abrió un periodo de cierta tranquilidad, el poder turco no quedó aniquilado: Selim II, al año siguiente, ya había botado 100 galeras nuevas y no perdió Chipre ni ninguna de sus posesiones terrestres, aunque sí bastantes de sus marinos más experimentados. Pero todo eso se comprobaría más tarde. De momento, el resultado de la batalla se recibió con alivio en el orbe cristiano y con alegría indescriptible en Madrid, Roma y Venecia. No era para menos. Pese a su recuperación naval, el turco no pudo impedir que Felipe II se convirtiera en el «señor del mar», como clamaban en España algunas voces en los preludios de la liberación de Malta siete años antes, realidad que ahora se confirmaba merced al éxito en Lepanto, considerada de manera generalizada como una de las batallas más decisivas de la historia.n


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