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EJERCITO DE TIERRA NOVIEMBRE 2016

suficiente para llamar la atención del galo, que le propuso matrimonio y a quien no importó adoptar a un niño mestizo. José Julián nunca volvió a ver a su madre, aunque él formó en Taos una extensa familia. Se casó con una joven de la localidad a la edad de 26 años y tuvieron nueve hijos. El verano siguiente (1761), cuando el gobernador era Portillo y Urrisola, un grupo de jefes guerreros de una de las tribus comanches volvió a Taos con siete cautivos españoles (tres mujeres y cuatro niños) de la masacre de Villalpando para negociar su puesta en libertad a cambio de que se les autorizara a comerciar de nuevo en las ferias agropecuarias que se organizaban en el municipio. Portillo recibió a los caciques en Santa Fe y exigió, sin contraprestación alguna, la liberación inmediata de los secuestrados. Cuando los jefes comanches se negaron el gobernador decretó su apresamiento, en una grave violación del código de honor entre dos adversarios que negocian un acuerdo. Los indios se resistieron, lo que causó la muerte de uno de ellos y que los otros resultaran gravemente heridos. Lo que sucedió después no está claro en el informe de Portillo, pero ciertamente no fue la victoria gloriosa que según él se produjo. El gobernador dejó a los capitanes comanches bajo custodia en la 116  REVISTA EJÉRCITO • N. 908 NOVIEMBRE • 2016 cárcel y ordenó a su segundo en el mando, Tomás Madrid, que preparara las tropas para dirigirse al campamento comanche de 68 tiendas tipis4, que quedó rodeado por los soldados. Portillo demandó la entrega de los retenidos españoles amenazando a los cabecillas indígenas que restaban en el poblado con un cañón pedrero que había traído consigo. Los nativos no se amedrentaron, confiados en su superioridad numérica, y respondieron a las amenazas disparando sus mosquetes y lanzando flechas a las huestes del gobernador. Después de una noche de enfrentamientos, un emisario comanche salió con una cruz y una bandera blanca buscando la paz, pidiendo que sus jefes fueran devueltos y que se les permitiera comerciar en Taos. Portillo no podía cumplir con aquella solicitud aunque hubiese querido, porque uno de los líderes comanches había muerto en la refriega sucedida durante su detención y los demás estaban heridos, alguno de gravedad. El gobernador no le dijo esto a los dirigentes comanches, sino que exigió que todos los indios entregaran sus caballos y permanecieran a pie sin monturas hasta después de la feria de ganado y Un guerrero comanche hacia 1880 Plano de la Provincia Interna de el Nuevo Mexico de Bernardo de Miera y Pacheco. 1779


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