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EJERCITO DE TIERRA NOVIEMBRE 2016

Estandarte de la Santa Liga enviado por el papa Pio V REVISTA EJÉRCITO • N. 908 NOVIEMBRE • 2016  95  CERVANTES infantería embarcada para combatir cuerpo a cuerpo sobre la plataforma flotante que constituían los navíos inmovilizados. En el siglo xvi e incluso después, si se entablaba la batalla, como sucedió en Lepanto, los combates navales los decidía la infantería que los buques llevaban a bordo, una forma de combatir que describe muy bien Bernardino de Mendoza en su obra Teoría y práctica de la Guerra, donde dedica unas páginas a las «Consideraciones sobre las Jornadas de mar», cuyo contenido se parece mucho al párrafo de Miguel de Cervantes con el que abrimos este artículo: «Ofreciéndose a dar batalla que es la más peligrosa facción de todas cuantas hay en la guerra, así por la facilidad con que se prende el fuego en los navíos, como por ser forzoso saltar en el del enemigo el que quiere rendirle, cuando no lo haya hecho por fuerza de golpes de artillería, y entonces se viene a combatir con tanta desventaja cual es, aferrados los navíos, saltar sobre las jarretas, rindiendo los castillos de popa y proa. Y por consiguiente, las dos cubiertas, peligro a que se añade otro no menor del combatirse sobre la mar, que es mayor enemigo de todos no perdonando a nadie de los que caen en ella, cosa que no es en tierra». Antes de llegar al cuerpo a cuerpo se procuraba lanzar reiteradas descargas de arcabucería sobre las cubiertas enemigas para mermar sus efectivos, a fin de que en el abordaje ofrecieran menos resistencia, una práctica que revalorizó el empleo de arcabuces y mosquetes. Con la intención de facilitar su manejo en tales situaciones, la longitud de la pica se acortó, de forma que se redujo a 3 metros y se ensebaba en su parte delantera, donde una cruceta impedía al individuo ensartado en ella atravesarse totalmente para llegar al piquero que lo había alcanzado. Proporcionalmente a los efectivos navales, los terrestres embarcados para Lepanto también fueron los mayores que se dieron en la época, de cuya composición para el bando cristiano el padre Miguel de Serviá, confesor de Don Juan de Austria, nos da las siguientes cifras en su «Relación de los sucesos de la Armada de la Santa Liga», del año 1571: «Iban en esta armada cuatro tercios de españoles, los dos de soldados viejos y los dos de bisoños. Llevaba más un tercio de italianos y otro de tudescos, iba por maestre de campo general Ascanio de la Corna de toda la infantería: don Pedro de Padilla maestre de campo, Tercio de Nápoles, don Diego Enríquez del Tercio de Sicilia; don Miguel de Moncada de un tercio de bisoños; don Lope de Figueroa del otro de bisoños: del tercio de tudescos el conde Lodrón; de los italianos el propio Ascanio de la Corna». En cuanto a los efectivos que llevaban las naves de guerra, por parte cristiana iban 8.160


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