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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA BERNARDO GALVEZ

122 JOSÉ MANUEL GUERRERO ACOSTA jera, era frecuente que los que más obtenían –los estados que tenían costa al atlántico y puertos por donde entraban a las mercancías- pretendieran que se les suministran uniformes y mantas solo a los regimientos compuestos por sus soldados y el sobrante se almacenara para futuras necesidades, quedando otros regimientos “desnudos”. Washington se lamentó en muchas ocasiones de la falta de poderes del Congreso y de que cada estado decidiera “si cumplía las instrucciones del Congreso, y el cómo y el cuándo…”. No existían almacenes ni un servicio organizado de transportes, que estaba en manos de transportistas civiles. A veces se encontraron carretas cargadas con vestuarios completos abandonadas meses en una granja, arruinados por hongos y humedades, sin que nunca hubieran alcanzado a los soldados a quién iban destinados y que no tenían uniformes que ponerse.12 Otras veces los fardos con los uniformes era abiertos y requisados o “desviados en ruta” hacia elementos civiles o por las autoridades locales para vestir otras unidades diferentes de las de su destino. Desde el principio de la guerra fue imposible conseguir una uniformidad homogénea. Se autorizó el uso de todo tipo de prendas disponibles. La lana era un género muy escaso en América, así como los tintes y toda su industria auxiliar. Se estableció en 1776 como uniforme una chaqueta y pantalón de cazador, confeccionados en lienzo, aunque ni siquiera para este uniforme improvisado hubo suficiente tela para cubrir todas las necesidades. Al mismo tiempo, se efectuaron compras y requisas locales de todo tipo de géneros, y se confeccionaron uniformes de varios tipos y colores (Washington consideró aceptable la casaca marrón con vuelta roja o beige) con las lanas y lienzos disponibles o remitidos inicialmente por Francia y España. La situación más grave se vivió entre el otoño y de 1777 y la primavera de 1778, cuando el Ejército Continental experimentó una casi total carencia de uniformes, mantas y zapatos. Precisamente entre enero y julio de 1777 se enviaron desde España telas azules y blancas y botones metálicos para confeccionar uniformes (ver apéndice 1). En noviembre de 1777 el Congreso urgió a sus representantes en Francia y España que presionaran para el envío urgente de mantas y telas. Finalmente, en la primavera de 1778 arribaron a puertos de Nueva Inglaterra varias remesas importantes de telas y uniformes, sobre todo a Boston y Porsthmouth. De allí se enviaban a Springfield, Worcester o Hartford, en Massachusetts, 12 Ver el studio de RISCH, ERNA: Supplying Washington’s army. Center of military history. United States Army.Washington, D.C., 1981, resumido por WAGNER, JOE: Logistics and the Continental Army. https://1varesources2.files.wordpress.com/2015/07/logistics-and-the-continentalarmy part-3.pdf. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2016, pp. 122-140. ISSN: 0482-5748


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