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REVISTA GENERAL DE MARINA ENE FEB 2017

con dos pequeños botes», desalojándolos, por lo que fue ascendido a capitán de fragata. Años después participó en la Revolución de Septiembre de 1868 al mando de la fragata Zaragoza, acompañando a los generales Topete y Prim en su periplo por el Mediterráneo; tras su triunfo comenzó a participar en política, ascendiendo a contralmirante en septiembre de 1869, siendo designado para el mando del Apostadero de La Habana, que ejercerá hasta 1871. En octubre de este año ocupará la presidencia del Gobierno de España, cesando en diciembre. Fue diputado por las provincias de Logroño (1870) y Cádiz (1871) y senador por esta última. En abril de 1874 fue nombrado capitán general gobernador general de las islas Filipinas, llevando a cabo una campaña contra los piratas de Joló, que culminó con éxito y obligó al sultán a pedir la paz y a respetar los derechos de navegación, desempeñándolo hasta diciembre de 1876, en que se le admitió su reiterada dimisión. Como recompensa de sus relevantes merecimientos en la expedición de Mindanao en 1861 y en la de Joló en 1876 se le hizo merced de título del reino con la denominación de conde de Joló y vizconde de Mindanao. Falleció en Sanlúcar de Barrameda el 23 de mayo de 1880. J. A. G. V. 25.025.—Capellán de la Armada laureado Entre las laureadas que jalonan la historia heroica de nuestra institución, la Armada puede hacer gala de contar entre sus filas con el único capellán que fue distinguido con la más preciada de las recompensas militares. En efecto, el 24 de octubre de 1898 se concedió la cruz de 1.ª clase de San Fernando, con la pensión anual de 250 pesetas anuales, al segundo capellán de la Armada Esteban Porqueras y Orga, «por el mérito contraído en la acción de Binacayán; el 16 de noviembre de 1896 contra los insurrectos en Filipinas; considerando que la columna del coronel José Marina Vega, de la cual formaba parte el capellán Porqueras, al reconocer en la mañana de dicho día la confluencia del camino de Binacayán en la carretera de Junis, encontró al enemigo atrincherado, cubriendo el frente y flancos de la columna, sobre la cual rompió, el fuego a distancia, no mayor de 300 metros, ocasionando en nuestras fuerzas gran número de bajas, consistentes en 1 jefe, 1 oficial y 25 de tropa muertos, más 3 jefes, 11 oficiales y 81 de tropa heridos, viéndose obligados a replegarse a las posiciones conquistadas el día anterior; considerando que resulta plenamente probado que el capellán Esteban Porqueras, no sólo prestó en la extrema vanguardia los auxilios espirituales a los heridos graves que caían, sino que en cuanto le fue posible ayudó a curar varios heridos en la línea más avanzada, y ayudó, asimismo, al transporte a hombros de algunos de ellos hasta colocarlos fuera del alcance de las balas, todo esto después de haber sido él herido, aunque levemente, en un pie». (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, de 26 de octubre de 1898, p. 447). A. G. G. 25.026.—Más leña al fuego La derrota de la Gran Armada de Felipe II llenó de orgullo a los ingleses, que hallaron el momento oportuno para ridiculizar a la monarquía española. Así, un autor anónimo inglés escribió una curiosa Salutación esquelética y digna felicitación y justa vejación de la española nación, donde vertía comentarios jocosos, como que le preocupaba que sus bien nacidos compatriotas dejaran de comer pescado sabiendo que los peces se habían hartado de sangre española, y les aseguraba que no tenían nada que temer por ese lado, ya que los pescados ya habían digerido al español y no trasmitían la enfermedad venérea ni otros elementos nocivos que había en su carne. Así nos veían los ingleses y, sin duda, este dramático episodio protagonizado por nuestra Marina contribuiría a alimentar la leyenda negra española, que ya venía cargada de malas tintas de allende los mares. A. Á. R. MISCELÁNEA 140 Enero-feb.


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