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REVISTA GENERAL DE MARINA ENE FEB 2017

didos en dos bandos, solían ser prisioneros de guerra y condenados a muerte, pero también podían intervenir hombres libres. En el transcurso de la contienda, la violencia, las mutilaciones y los ahogamientos hacían de la representación un espectáculo terrorífico en el que se podían contar los muertos por cientos. En el año 46 a. de C., Julio César, para conmemorar su victoria frente a Pompeyo, hizo construir en el Campo de Marte un enorme estanque, que llenó con agua procedente del Tíber y que sería el escenario de la primera naumaquia de la historia, en la que se enfrentarían dos flotas formadas por birremes, trirremes y cuatrirremes, con 40.000 remeros y 2.000 tripulantes a bordo. El historiador y biógrafo Suetonio nos cuenta que en los alrededores se montaron miles de tiendas en las que se alojó la multitud de visitantes que acudió al festejo, y que las calles estaban atestadas de prostitutas, ladrones y corredores de apuestas. Tal fue el tumulto que hasta hubo muertes por asfixia y aplastamientos por las aglomeraciones, incluidas las de dos senadores. Muchas más se sucedieron como demostración de la megalomanía de los emperadores romanos, que patentaban así su genio para organizar los más grandiosos espectáculos de masas. Por cierto, en España durante el siglo XVII en el madrileño parque del Retiro se emularon estas batallas, eso sí, sin derramamiento de sangre. A. Á. R. 25.031.—Milicia Honrada Reglamentada la formación de Milicias Honradas en todo el territorio español durante la Guerra de la Independencia, MISCELÁNEA se formaron en Cartagena con los individuos de la Maestranza ocho compañías y otra con los oficiales de mar, que constituyeron el titulado Batallón de Milicia Honrada del Real Arsenal, usando el mismo uniforme que los de la ciudad con la distinción de llevar un ancla en el cuello y alternando en el servicio y fatiga con el pueblo en los días festivos. J. A. G. V. 25.032.—El infante de Marina Juanerillo En febrero de 1898 embarcó en Manila con rumbo a Barcelona el 1.er batallón del 1.er Regimiento de Infantería de Marina expedicionario a Filipinas, uno de cuyos infantes era Juan Ripoll. Juan era novillero, conocido como Juanerillo, y como tal participó en una corrida en la plaza de toros de Barcelona el 28 de marzo de 1898, con tan mala fortuna que recibió una cornada de la que murió en el propio coso. Era la primera lidia en la que participaba desde su regreso y, tras escapar de las balas de los tagalos, no pudo escapar de los cuernos del morlaco. A mayor abundamiento, se le practicó a su cadáver la autopsia, pues «el Juzgado en funciones de guardia, que lo era el de la Universidad, entiende en el asunto, instruyendo la correspondiente sumaria. Es la primera vez que, con motivo de la muerte de un torero en el ejercicio de su profesión, se instruyen diligencias de oficio», como informaba La Vanguardia del 19 de marzo. A. G. G. 2017 143


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