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AEROPLANO 34

señándole la “coca” de su divisa sobre dos barras, le dijo: “¡Cómo que mi sargento!, ¿no se ha fijado en esto?”(mostrándole la galleta), a lo que el soldado, sorprendido, le respondió: “perdón mi sargento 1º”, y continuó su camino. No pudimos evitar las risas aunque tomamos nota de lo ocurrido para recabar de los instructores que se esmeraran en instruir sobre las divisas de la Armada a nuestra Tropa, entonces soldados de remplazo que cumplían “la mili”. Sin embargo, esta medida no tuvo mucha repercusión, a juzgar por lo siguiente: Cierta mañana, un coche oficial con matrícula FN se paró frente a la barrera de control de seguridad de la Base. El cabo de guardia se acerca al vehículo, y al solicitar su identificación, el ocupante del asiento posterior enseñándole su tarjeta militar, le dice: “Buenos días, soy el capitán de Fragata Mengánez y vengo a presentarme al coronel”. El cabo, le saluda militarmente y le dice: “A sus órdenes mi capitán”. “No, no”, le responde el capitán de Fragata, “en la Armada, capitán de Fragata es equivalente a teniente coronel”. “Perdón mi teniente coronel, a sus órdenes”, rectificó el cabo. A lo que el capitán de Fragata, antiguo TACCO y sabedor de las carencias en este sentido de nuestra tropa, le dice: “En la Armada, cuando alguien se dirige a un capitán de Fragata lo hace con el tratamiento de “mi comandante”. El cabo, le mira fijamente y le dice: “Un momento mi comandante”, y dirigiéndose a la garita llama al suboficial de Guardia y le informa: “mi brigada, haga el favor de venir a la entrada que aquí hay un marino que no sabe ni lo que es. Me dice que es capitán, pero me pide que le trate de comandante, cuando en realidad es teniente coronel”. Esta anécdota les daba la razón a los TACCOs, pero en defensa del cabo, confieso que en mis tiempos de cadete, cuando tenía que acudir al Hospital de la Armada de Cartagena, al ver las “galletas” con la graduación de los médicos en su bata blanca, me limitaba a decir: “a sus órdenes”, dando por supuesto que como mínimo eran oficiales, pero lo único que era capaz de distinguir eran barras. ¡Benditas estrellas! Como no podía ser menos también se daban situaciones jocosas durante los vuelos, sobre todo en los de instrucción de los TACCOs nuevos, a los que no les había dado tiempo a asumir el argot aeronáutico. Iniciada la misión, el TACCO era el encargado de coordinar la labor de los distintos componentes de la tripulación, así como la navegación en el área de operaciones y era el interlocutor de toda la sección táctica con el comandante de la tripulación y por ende, de la misión. En los vuelos de instrucción, el TACCO titular actuaba como supervisor, dejando actuar al “aspirante por lo que era normal que se desarrollara el siguiente diálogo: —Piloto de TACCO , gobierna 15 grados a estribor. —TACCO de piloto, que yo sepa aquí el único que gobierna es el presidente Felipe González, a ver si te aclaras. —Piloto de TACCO, ¿ves algo por la proa?. —TACCO de piloto, aquí lo que tenemos es morro y cola, como los caballos. —Piloto de TACCO, cae 90º a babor. —TACCO de piloto, aquí no se cae nadie, mientras podamos impedirlo. Y así, entre broma y broma se iban integrando y llegando a un perfecto entendimiento. En definitiva, como decía mi gran amigo el comandante Gorostiza, el Ala 22 era la Unidad donde los marinos aprendían a “virar a la izquierda” y los pilotos a “caer a babor”. De igual manera, el personal del EA se enriquecía asimilando la jerga de la mar, con terminología como “los sectores proeles y popeles, las amuras de babor y estribor, las sentinas, la botavara, el foque, etc”. Después de 11 años de permanencia en el Ala 22, interrumpidos tan solo con motivo de mi ascenso a comandante y mi posterior destino al Mando Aéreo Táctico (MATAC), donde permanecí tan solo tres meses hasta que fui destinado de nuevo a “mi Unidad”, puedo decir que tenía tantos amigos en la Armada como en el EA, y aún hoy en día esa amistad se mantiene, como lo demuestra el hecho de las citas culinarias periódicas que tenemos entre “patrulleros”, donde rememoramos nuestras vivencias, recordamos a nuestros caídos y nos reímos con nuestras anécdotas y viejas historias. Entre las metopas que adornan mi despacho, ocupa un lugar preferente la que me regalaron los TACCOs en mi despedida del Ala 22, así como el marco que encierra la Cruz al Mérito Naval junto a la Cruz del Mérito Aeronáutico, de las que me siento profundamente orgulloso. El 31 de julio de 1989, procedentes de Jacksonville, Florida, donde fuimos a recoger un avión al que se le había efectuado un “Overhaul”, tomamos tierra en la Base Aérea de Jerez tras diez horas de vuelo, y al poner los pies en el suelo me comunicaron que habían aceptado mi petición de baja en el Ejército del Aire. La había solicitado tres años atrás por motivos personales y cuando me lo comunicaron mis lágrimas no eran de alegría, como cabría esperar después de haber mantenido una dura lucha con la administración, sino de pena porque era consciente de que no volvería a pilotar un avión del Ejército del Aire ni a vestir con regularidad el uniforme del que tan orgulloso me he sentido y me sentiré siempre. Así, mi vida emprendía un nuevo rumbo, lejos de mis entrañables compañeros marinos y aviadores, de mi tripulación a la que consideraba como otra familia por lo cohesionados que estábamos y el entorno donde me había desenvuelto los últimos 11 años. Con este bagaje partí con destino a una línea aérea. Curiosidades de la vida, cuando me vestí por primera vez con mi nuevo uniforme, al verme con los tres galones de 14mm en mi bocamanga, más que sentirme piloto me sentí capitán de Fragata y cuando recibí el cuarto galón de comandante, capitán de Navío, pues siempre me he sentido orgulloso de mi condición de militar, con independencia de los colores, estrellas y galones a los que hubiera podido aspirar de haber permanecido en el Ejército del Aire. Me parece algo simbólico el haber vestido los colores de dos ejércitos a los que he dedicado gran parte de mi vida. En uno de mis últimos vuelos, al dar el mensaje de bienvenida a los pasajeros, comencé con el típico: “Buenos días señores pasajeros; bienvenidos a bordo. Les habla el comandante….etc” y al término del mensaje en español lo repetí como es costumbre en inglés: “Good morning ladies and gentelmen; welcome on board, this is the Captain speaking….” Al colgar el micrófono llaman a la puerta de cabina y le abrimos a una azafata que efectuaba su primer vuelo, la cual se dirigió a mí con las siguientes palabras: “Disculpe comandante, ¿me podría explicar por qué cuando se dirige a los pasajeros en español lo hace como comandante y cuando se dirige en inglés lo hace como capitán?”. Y yo, riéndome al recordar la anécdota que relaté anteriormente, le contesté: “Si estuviera aquí un cabo que yo conocí en la “mili” te respondería: “Es que éstos pilotos no saben ni lo que son”. • 139


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