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el recorrido por la ciudad, donde recibió numerosas manifestaciones de apoyo y admiración y fue nombrado hijo adoptivo. Cinco días más tarde, en el Ministerio del Ejército, se celebró una verbena en honor de los náufragos y al día siguiente otra en el mismo lugar para las clases de tropa, a la que asistieron Franco y Madariaga, pues sus compañeros estaban fuera de Madrid. Una anécdota recordada por el propio Modesto es que, en su casa se celebraban todos los años dos cumpleaños, uno el 12 de enero, fecha de su nacimiento natural, y otro el 29 de junio, día de su “nacimiento milagroso”; pero según el propio Modesto, debería celebrar un tercer cumpleaños el 20 de junio, pues ese día de 1933, tenía que haber volado en el Breguet XIX “Cuatro Vientos”, tristemente desaparecido en su trayecto La Habana–México, y no lo hizo a última hora por decisión del capitán Barberán, como se explica más adelante. Cuando finalizaron los actos de homenaje a los tripulantes, Madariaga solicitó y obtuvo destino al Grupo de Reconocimiento nº 21, equipado con aviones Breguet XIX, en el aeródromo de Getafe. Una vez incorporado, pasa destinado a la Plana Mayor del citado Grupo. Durante su permanencia en esta unidad se especializó en los motores que equipaba el avión Breguet XIX, bien el Hispano Suiza de 450 CV, bien el Lorraine-Elizalde también de 450 CV. Fue tal su entrega y dedicación a su trabajo que todos los meses en su historial, en el apartado “comportamiento”, su jefe de Escuadrilla le calificaba de “muy bueno”. En noviembre de 1932, el sargento Madariaga, que estaba destinado en los Servicios Técnicos y agregado a la Escuadrilla de Mando de la Jefatura de Aviación, pasa a las órdenes directas del capitán Mariano Barberán, para auxiliarle como mecánico para la preparación y puesta a punto del Breguet XIX “Superbidón” que se estaba fabricando en los talleres de Construcciones Aeronáuticas y con el que tenía proyectado realizar un vuelo a América. En dicha factoría, Madariaga formó parte del equipo que estaba fabricando el Breguet XIX. Modesto, con la experiencia de dos grandes vuelos y considerado como un excelente mecánico, hombre serio y voluntarioso, aportó una extraordinaria ayuda en la preparación del vuelo y controlando desde el principio hasta el final la construcción del avión. En el verano de 1932 en Cuatro Vientos, el capitán Barberán terminaba en su despacho de Director de la Escuela de Observadores, la Memoria que hacía meses preparaba para un vuelo a tierras hispanoamericanas. En un gran mapa había trazado la ruta proyectada: Sevilla–Cuba sin escalas. Aprobada por la superioridad la Memoria en octubre de 1932, el vuelo se convirtió en una empresa nacional, por lo que el gobierno español la patrocinaba y financiaba. Además del capitán Barberán, que actuaría de navegante, se eligió como piloto al teniente Joaquín Collar por su gran valía profesional. Barberán, a su vez, propuso al sargento Madariaga como mecánico de tierra del avión. Verdaderamente, Barberán, Collar y Madariaga formaron un equipo extraordinario muy compenetrados y de mucho prestigio. En dicha Memoria se explicaba con sencillez el objeto del viaje: El vuelo España– Cuba–México persigue varias finalidades de extraordinario interés; además de proporcionar ventajas de orden general inherentes a la realización de las empresas aéreas de esta envergadura, construir un enlace entre España y los países de la América Central… para que las alas españolas lleven un cordial saludo del viejo solar hispano a la República de Méjico, una nación – por diversas circunstancias– no visitada por aviadores españoles. …Estudiar nuestra ruta aérea sobre el Atlántico Central…, que en un porvenir no muy lejano será el camino que seguirán las grandes naciones aéreas entre Europa y América. …La realización del vuelo pondrá de manifiesto la capacidad y competencia de los aviadores españoles… y la perfección a que ha llegado la industria aeronáutica en España. En diciembre de 1932, la empresa Construcciones Aeronáuticas, SA (CASA) recibió orden de fabricar el avión. Con el esfuerzo de los obreros, mecánicos e ingenieros, el avión se terminó de construir el 15 de abril de 1933. Resultó un bello ejemplar airoso de línea, y orgullo y esperanza de la aviación española. El avión, que costó 80.000 pesetas, se pintó de blanco con franjas rojas y se le bautizó con el nombre de “Cuatro Vientos”. La tarde del 8 de junio de 1933, el “Cuatro Vientos” despega del aeródromo de Getafe (Madrid) rumbo a Sevilla. Dos días más tarde, con pronóstico de buen tiempo en la ruta, Barberán decidió la salida hacia Cuba de madrugada. Los tripulantes vestían mono y chaleco blancos y calzaban zapatillas. Eran las cuatro cuarenta horas locales en Sevilla cuando, desde el aeródromo de Tablada, el Cuatro Vientos despegaba rumbo a Cuba. En su salida fue acompañado y escoltado por varios aviones militares. A la media hora de vuelo, el “Cuatro Vientos” sobrevoló La Rábida (Huelva), recordando el lugar de partida de Cristóbal Colón para descubrir el nuevo mundo. En rumbo hacia Cuba, no pudieron divisar las Islas del archipiélago de Madeira, por estar cubiertas de nubes. A las diez horas de vuelo, Barberán calculó su posición con el sextante, comprobando que era la correcta. Cinco horas más tarde, Collar se sintió indispuesto, por lo que Barberán tuvo que hacerse con los mandos y pilotar durante cerca de seis horas. A las treinta horas de vuelo aún no habían divisado tierra, por lo que Barberán volvió a situarse, comprobando si estaban en la ruta prevista. Tres horas más tarde sobrevolaban la bahía de Samaná, en la isla de Santo Domingo. A las catorce, hora local de Cuba del 11 de junio, el Cuatro Vientos cruzaba la bahía de Guantánamo. La radio cubana dio la noticia y el júbilo fue inmenso. El tiempo era malo y la gasolina escasa, por lo que se vieron obligados a aterrizar en Camagüey (Cuba), un aeródromo que por no estar previsto para su llegada estaba desierto, tan desierto que Barberán, irónicamente, comentó: Nunca he visto un campo tan solitario. Pero mientras tanto, ¿que había sido de nuestro protagonista, el mecánico Modesto Madariaga? Unos días antes de salir el “Cuatro Vientos” de Sevilla, el sargento Madariaga embarcaba en Vigo, en el trasatlántico “Habana”. Llegó a la capital de Cuba el 6 de junio, llevando consigo cajas con las piezas de repuesto, diverso material y dos baúles con los uniformes y ropa de los pilotos. El embajador de España, López Ferrer, que conocía de tiempo atrás a Madariaga y que había acudido al puerto a recibir al secretario de Embajada, al enterarse de la llegada de Madariaga se acercó a saludarle y le ofreció su ayuda, tanto para los trámites aduaneros como para cuanto necesitara durante su estancia en Cuba. El objeto del viaje del sargento –que se había evitado se conociera, como todo lo concerniente al raid– era situarse en La Habana para auxiliar técnicamente al capitán Barberán y al teniente Collar cuando aterrizaran en tierras cubanas. Al día siguiente de su llegada, los periodistas consiguieron entrevistar a Madariaga en el hotel Regina, donde se alojaba. En esta charla les comunicó que el vuelo no era como se había 34


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