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nuar operando en el 14 Grupo de FF.AA. de Zaragoza hasta junio de 1955. Este accidente tuvo unas consecuencias muy negativas para la operación de las aeronaves militares desplegadas en Barajas, pues ante el malestar manifestado por las autoridades civiles aeroportuarias por el tiempo que permaneció inoperativa la pista de Barajas con el consabido impacto en el tráfico aéreo comercial, el Estado Mayor decidió el traslado inmediato del Grupo de Entrenamiento y Transporte del Estado Mayor a la base aérea de Getafe, permaneciendo solo los He 111 en Barajas, donde como se ha dicho Iberia les hacía las revisiones rutinarias8. Solo un año más tarde, concretamente en febrero de 1952, la Escuadrilla de Sondeos se disolvería tras cinco años de su organización como Unidad del Ejército del Aire y trece desde el inicio de la actividad de sondeos meteorológicos a bordo de los He 111. Sus aviones, una vez reconvertidos a bombarderos, pasaron a integrase en otras unidades del Ejército del Aire dotadas con este material, basadas en Zaragoza y Logroño, que se mantuvo operativo hasta 1956 y 1958, respectivamente9. LOS “VUELOS ESPECIALES” Como se establece en la O.M. de organización de la Escuadrilla de Sondeos, la misión para la que teóricamente fueron entregados al Ejército el Vista interior de la cabina de vuelo del He 111 H. Se observa la columna de mandos de vuelo con el brazo basculante desplazado a la izquierda, en posición para el piloto. Al fondo, la cúpula acristalada con la “icaria” o punto de anclaje donde iba situada una ametralladora MG 15 de 7,92 mm del artillero Aire los Heinkel He 111 era la de llevar a cabo labores de apoyo al Servicio de Información Meteorológica a través de vuelos prospectivos, para el registro y transmisión de los parámetros meteorológicos necesarios para la seguridad de la navegación aérea. Según informaciones recogidas en algunas publicaciones y otras que eran de dominio público, estos aviones estaban dotados de unos excelentes equipos de comunicaciones para la época, y además disponían de cámaras fotográficas con las que recogían y reportaban a los servicios de inteligencia alemanes una valiosa información de carácter “estratégico”, lo que evidentemente no tenía ninguna relación con el cometido asignado a la Escuadrilla. Podría ser comprensible en aquellas circunstancias que aparte de la instrumentación propia para la recogida de datos meteorológicos, estos aviones llevasen cámaras de gran resolución que les permitiesen obtener información detallada del área que sobrevolaban. Al ser España nación no beligerante, algunos vuelos de observación meteorológica se realizaban en zonas exteriores a la península (por ejemplo, los mencionados vuelos para la revisión de los aviones en Alemania). Puede ser que los “técnicos” alemanes obtuviesen información visual y gráfica que luego enviasen a Alemania por valija diplomática, aunque esta práctica nunca fue oficial. Los resultados de las observaciones se comunicaban a los países que lo solicitaban, por ser muy útiles para sus operaciones, incluidas las de salvamento (estas últimas incluso con la colaboración de España). Este aspecto contribuyó en gran medida a endosar a la Escuadrilla el consabido calificativo de “unidad especial”, entre otros, por dos motivos: de una parte, la relativa impunidad de la que gozaban sus aviones bajo la apariencia de aeronaves civiles, utilizadas para los sondeos meteorológicos, facilitándoles las misiones de reconocimiento aéreo con bajo riesgo, y por otra, la peculiaridad de su operación por tripulaciones mixtas en cada misión de vuelo hasta que finalizó la II Guerra Mundial. Al frente de los servicios meteorológicos de Barajas se encontraba un meteorólogo alemán, que según recuerda mi padre era una persona brillante en todos los sentidos, un gran profesional con una capacidad intelectual y de trabajo fuera de lo común, como lo demuestra el hecho de que en tan solo unos meses fuese capaz de aprender el español. Asimismo, contaba con un equipo de meteorólogos alemanes que no le iba a la zaga. Por tanto, no es de extrañar que finalizada la II Guerra Mundial estas cualidades les sirvieran como salvoconducto para no ser tratados como prisioneros de guerra, sino que fueron trasladados a los EE.UU. para continuar ejerciendo allí su trabajo, a semejanza de lo que ocurrió con numerosos sabios y científicos alemanes tras el final de la contienda. En cuanto al grupo de meteorólogos y auxiliares de meteorología españoles, 71 de proa en la versión de bombardero. (Foto de Ángel de las Heras)


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