Page 133

RHM 121

132 PIERRE LIERNEUX te la juventud de Luis XV, la vestimenta de las tropas no era uniforme”162. La paleta de colores que se utilizaba para la tintura de las telas era muy restringida. La reglamentación que indicaba el corte y los colores de la indumentaria no impidió que los ejércitos se enfrentaran en Almansa (1707) y que adornaran los sobreros con papel blanco (franco-español) o con hierba (Aliados)163. El traje seguía considerándose como contractual. Los shabracks y los estandartes de las trompetas no llevaban el escudo del rey, sino el del coronel164, los depósitos seguían en manos de los mercaderes importantes, que fijaban los precios. Estos mismos mercaderes, sin embargo, fueron los que facilitaron el surgimiento de las nuevas exigencias del estado militar, dando la posibilidad, al bajar los costos y al mejorar la administración de las materias primas, de vestir a gran cantidad de hombres. Mientras que el Estado, queriendo afirmar el poder absolutista del rey, se encargaba de asegurar directamente el pago de las tropas sin recurrir a los banqueros. Se implicó cada vez más en la contabilidad del stock de los uniformes. También se interesó por los fraudes, prohibiendo que se establecieran contratos sin haber cumplido con compromisos anteriores, e impuso más vigilancia en el cuidado que proporcionaba el soldado a sus vestimentas, tratando de alargar la duración de vida de los trajes, transformándolos en chaquetas. La ambigüedad de la moda y la evolución de la silueta no resultaron ser elementos especialmente negativos a la llegada del uniforme. El color llamativo de tela lo distinguía del traje civil que solía ser de tonos más apagados. Para un desertor era complicado que se deshiciera del uniforme ya que se arriesgaba a que le pusieran una multa elevada. Gracias a estos uniformes se rastreaba rápidamente la pista de un desertor. En los siglos XVI y XVII, la dotación para el equipamiento de un hombre era igual para todos. Dicho equipamiento lo proporcionaba el coronel y se limitaba a lo estrictamente utilitario: armamento defensivo y ofensivo (sable, pistolas, cartucheras-bandoleras, frasco para la pólvora y bolsas o hierros para los caballeros) y un par de zapatos. Durante la guerra de los Treinta Años se observa una tendencia hacia la sobriedad en la vestimenta que sin duda favoreció el trabajo a pensadores militares como Montcuciolli o Michel Le Tellier. Ellos buscaban “equipar 162  L. Ph. SEGUR (Conde de) Mémoires, ou Souvenirs et anecdotes, París, 1824, T. I, p. 75. 163  J. CHCILDS, Warfare in the Seventeenth Century, Londres, Cassell & C°, 2001, p. 103. El mismo principio había sido adoptado en los mismos campos Neerwinden 1693. HAGNIOT (J.), op. cit.., pp. 99-106 et G. ROWLANDS, op. cit.., pp. 303-314. 164  M.G. RUIS- V.A. JUANOLA, El Ejército de los Borbones. Organización, Uniformidad,…, T. I, 1989, p. 55. Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 132-136. ISSN: 0482-5748


RHM 121
To see the actual publication please follow the link above