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LA MORAL MILITAR DE LOS SOLDADOS ESPAÑOLES… 211 actitud punitiva suscitaba la admiración de la tropa. “Ese Teniente Coronel no anda en bromas” y el tono ensalza a mando tan resolutivo. Actitudes parecidas hemos encontrado en el relato de fusilamientos en Cavite o de saqueos en Cuba. Del tenor de las cartas se deduce que los soldados entablaron una relación filial con sus oficiales y mandos. Estaba, lo hemos visto, la confianza si había combate. Pero, aunque no muy extensas, las noticias de las cartas sobre los superiores abarcan una variada gama de situaciones. Está la satisfacción porque el capitán les promete rancho extraordinario; las consultas al oficial para averiguar dónde está un amigo o un pariente; las peticiones de certificados para que el hermano se libre de la guerra, realizadas con cierta informalidad; las noticias por el desarrollo de la guerra, pues de las cartas se infiere que eran su principal fuente de información. Otras circunstancias quedan esbozadas varias veces, entre ellas los contactos que adoptan la forma de recomendación, para tener un buen puesto. En conjunto, las cartas transmiten confianza en los mandos. Las pocas veces en que narran algún contacto con algún general, muy indirecto, lo narran con reverencia. En el relato de Ormaechea sobre su llegada a Filipinas el momento más satisfactorio, debidamente anotado para la familia, fue cuando “desfilamos por delante del General Polavieja”. “Viene a esta provincia el generalísimo Weyler con intenciones de apaciguar esta provincia”, informa Zuloaga desde Cuba e imaginaba ya el final de la guerra. El general Blanco pasó revista en Puerto Príncipe y felicitó a las tropas por su aspecto marcial “reconcho, qué buena pinta hay aquí”. El soldado, que unos meses antes había participado en un plante, lo contaba pletórico a la familia. Concluía que “no hay batallón como este, gente más sana y que vista mejor y que den mejor de comer”. De pronto todo era satisfactorio en el ejército, y a ello contribuyó decisivamente la presencia del general, según se deduce de la carta. El cabo Torróntegui, que narró con orgullo la visita de un general a su destacamento -“aquello me vino al pelo”-, cuenta otra relación con la oficialidad que resulta de interés. Fue cuando escribió al teniente solicitándole un certificado de “cómo estoy en el servicio y estamos vivos, y además en la isla de Cuba”. El objetivo: que su hermano no fuese sorteado en la quinta. La carta, que fue cotejada con más soldados, denota familiaridad. Empieza con un chocante “Estimado Teniente… el que suscribe … a V. cariñosamente expone”. Después mezcla el respeto administrativo y lenguaje afectuoso, con expresiones del tipo “le deseamos mucha felicidad”. La relación adquiría tintes familiares, de cariz filial: pedía un favor al teniente y se confiaba en que haría “todo lo que pueda por nosotros”. Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 211-234. ISSN: 0482-5748


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