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LA MORAL MILITAR DE LOS SOLDADOS ESPAÑOLES… 221 de amistad o de cercanía afectiva respecto a estos. Quedaban subsumidos en un impersonal “nosotros”, que no denotaba más proximidad que la de compartir las experiencias, sin otro tipo de lazos. Por contra, las noticias que recogen de vecinos resultan efusivas. La forma de referirse a los soldados de otras procedencias señala este alejamiento afectivo. “De tantos amigos que vinimos estamos todos repartidos, uno por cada lado. El único amigo que tengo es un montañés de la provincia de Reinosa, los demás todos son valencianos y catalanes”. Estos genéricos parecen explicar, en el sentir del soldado, que no hubiese una relación amistosa, reservada en su caso no a un vecino, pues no lo había, sino a un soldado de origen próximo, reconocible por la familia. Las coyunturas bélicas y la percepción de los soldados En conjunto, los soldados hicieron gala de una moral militar elevada: confianza en la victoria, identificación con el mando y disciplina fueron las notas más reseñables, junto a la creencia en el valor como virtud decisiva y, en algunos casos, un patriotismo elemental convencido de la superioridad del soldado español. Con distinta intensidad estos valores los expresaron los soldados a lo largo de los tres años que duró la guerra. Ahora bien, los cambios en las coyunturas bélicas hicieron mella en el ánimo de los soldados. Podemos distinguir la siguiente secuencia: El primer periodo se abre con el comienzo de la guerra y llega hasta marzo de 1896. Fueron meses militarmente difíciles, con operaciones frecuentes, a veces improvisadas, para enfrentarse a partidas dispersas y proteger la zafra –una prioridad por razones económicas y para contentar a los empresarios que apoyaban a España-. Al principio la guerra se produjo sobre todo en la parte oriental y el ejército español tuvo el objetivo estratégico de impedir que los insurrectos pasasen a occidente. Cuando se produjo esto, a mediados de diciembre, las operaciones, a veces larguísimas, recorrieron toda la isla, buscando proteger La Habana y sofocar la insurrección en las provincias centrales y occidentales. Las cartas del periodo son intensas. Relatan operaciones por la manigua, persecuciones y enfrentamientos. Algunas cuentan larguísimas marchas en pos del enemigo y no faltan las que muestran agotamiento. “No les pongo más porque ni acierto a escribir” concluía Eguiluz, tras explicar que había pasado dos meses de operaciones agotadoras. “Andamos por los montes muy mal, porque andamos muchos caminos y andamos mucho” y tuvieron varios enfrentamientos. Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 221-234. ISSN: 0482-5748


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