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222 MANUEL MONTERO GARCÍA Fueron meses muy duros18, pero los soldados –entre los que abundaban los voluntarios- mostraron, además de una disciplinada disposición a las operaciones largas y peligrosas, una plena aceptación de la situación, con una moral militar alta. Lo expresaba bien el propio Eguiluz: el panorama era sombrío - “tenemos mucha miseria, se crían muchos piojos”; cobraban la mitad de lo de antes, “así que no ganamos para alpargatas”-, pero “yo tengo mucho más ánimo, pero mucho ánimo”. En su relato forman parte sustancial las victorias españolas, con muchas bajas enemigas; la aceptación de la lucha19 y el convencimiento de la superioridad española, pues “los mambises no pueden hacer nada porque son muy cobardes”, “no valen para nada, tienen mucho miedo”. En estos meses se repetían las mismas ideas. “Los insurrectos son muy cobardes”, “esto va a durar poco tiempo, porque ya se van entregando muchas partidas de insurrectos”. Creían que la guerra terminaría pronto. La principal prueba: los insurrectos huían en cuanto les veían: “es una comedia el verlos correr a esconderse para que no los encontremos”. A mediados de diciembre se produjo la acción de Maltiempo, “la batalla más grande que se ha visto”, que contaron tres soldados y fue la principal derrota del ejército español20. Los insurrectos pudieron pasar a las provincias centrales y occidentales. Pues bien: no quebró la moral. Gregorio González, que estuvo en las inmediaciones de la batalla y contó la gran mortandad que hizo la carga a machete –“de una compañía dejaron pocos”-, seguía pensando que “esto no es guerra”, que el enemigo era cobarde y no daba la cara. Para él, Maltiempo había sido una casualidad, debida a que las tropas las componían quintos inexpertos que se asustaron. Pero por lo demás “la guerra esta es un juego de niños”. Fue la opinión predominante, pese a que desde entonces se endurecieron las operaciones, “andando por las maniguas y por los montes hemos recorrido toda la isla”. 18  Las descripciones de la época hablan de las dificultades extremas de la misma. Un militar recién llegado a Cuba retrataba así a los primeros soldados que vio: “Creo asistir a un cortejo de moribundos. En todos los semblantes la demacración exagerada, un tinte verdoso … Vienen cabizbajos e indiferentes en su mayoría … Los oficiales vienen en estado semejante”. BURGUETE, Ricardo: ¡La guerra! Cuba (diario de un testigo, Barcelona, 1902, pág. 69. 19  Y en este caso también la aceptación de su destino, pues escribía que “si está de Dios que tengo que morir aquí no hay más remedio que morir” unas semanas antes de caer. 20  La historiografía militar, lo mismo que la opinión pública en su momento, no ha resaltado la importancia anímica y militar que tuvo la derrota española en la batalla de Maltiempo, diciembre de 1895. La describe bien la biografía BARNET, Miguel: Cimarrón, Ediciones del Sol Buenos Aires, 1987, pág. 149 y ss. El biografiado, Esteban Montejo, contaba el combate, la carga al machete y el pánico de los soldados españoles: “Mal Tiempo … fue el primer infierno que sufrieron los españoles en Cuba”, “Mal Tiempo jamaqueó a los cubanos, les abrió el espíritu y la fuerza”. Revista de Historia Militar, 121 (2017), pp. 222-234. ISSN: 0482-5748


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