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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 916

pretendida inviolabilidad de la integridad de la World Wide Web, la muestra sin duda más tangible de la integración global, podría quebrarse. Ciertos Estados consideran que los costes de la conectividad exceden a los beneficios de la globalización. Un estudio llevado a cabo en 65 países por la ONG Freedom House constata que una tercera parte de los usuarios de internet en el mundo están sujetos a censura4. Por ejemplo, el pasado mes de abril de 2016 EEUU clasificó el denominado «Escudo Dorado», cortafuegos impuesto por las autoridades chinas que bloquea decenas de miles de sitios web, como una barrera al comercio (8 de las 25 webs con más tráfico global no pueden ser consultadas en China). Las restricciones de acceso a internet reducirán, con toda certeza, la participación de estas naciones en la economía global5. Por otra parte, los procesos globales han encontrado resistencia en aquellos grupos que tratan de preservar su cultura o religión original del influjo de la globalización (entendida como occidentalización o americanización), ya que provoca un sentimiento de pérdida de identidad y de rencor hacia las ideas foráneas. Así, la crisis de las ideologías ha tocado fondo. Lo más relevante es que las grandes creencias seculares tradicionales se están viendo sustituidas por otras de carácter religioso, cultural, lingüístico o étnico. Por consiguiente, el nacionalismo y la religión, dos factores polemológicos tradicionales, han vuelto (si es que alguna vez se fueron) con más fuerza que nunca. El panorama de la desglobalización se complica ante la dificultad de pronosticar el futuro, incluso a corto plazo. La escala y dimensión de los fenómenos antes señalados, la multitud de factores y actores presentes, así como su profunda imbricación, complican extraordinariamente la realización de sólidas prospectivas. Algunas de las predicciones y tendencias que se daban por seguras meses atrás han sido truncadas por «cisnes negros» (un evento improbable pero que, de ocurrir, implica cruciales consecuencias). En otros términos, las fuerzas que constriñen las transformaciones son más débiles de lo que se creía y el mundo ha entrado en una era de cambio de largo alcance en la que el sistema global de la posguerra fría empieza a quebrarse. Esta fractura va acompañada por el desgarro interno del tejido político, social y económico de 20  REVISTA EJÉRCITO • N. 916 JULIO/AGOSTO • 2017 prácticamente todas las naciones desarrolladas. La integración global favoreció la acumulación de riqueza en manos de una escueta minoría. De acuerdo con un informe de Oxfam publicado en enero de 2016, el 1% más rico del planeta posee más riqueza que el resto de la humanidad combinada, y lo que es más destacable, esta acumulación aumenta a pasos agigantados6. Además, y aunque décadas de avances han sacado a millones de personas de la pobreza, principalmente en Asia, también han debilitado a las clases medias occidentales (incremento del desempleo y recorte de salarios), lo que ha agudizado el sentimiento antiglobalizador. En estas sociedades avanzadas existen dudas sobre si los Estados y las instituciones internacionales pueden ofrecer soluciones a los problemas que se plantean. Los ciudadanos, a los que se les había contado que el progreso no tenía fin, piden responsabilidades a sus Gobiernos, que se ven incapaces de gestionar el nuevo contexto. Todo ello parece señalar cierto desmoronamiento no solo del modelo económico, sino también del político. Las redes sociales sirven de cámara de resonancia de incontables opiniones, intereses contrapuestos y mentiras de todo tipo. El pasado mes de enero el Gobierno alemán anunció que llevaría a cabo una investigación sobre la difusión, sin precedentes, de noticias falsas en internet; y el portal Facebook va a añadir un aviso a las informaciones cuya veracidad esté en duda, con objeto de advertir a los usuarios de que pueden estar leyendo o compartiendo falsedades. El fraccionamiento y la desinformación de la opinión pública global debilitan la viabilidad de tener una perspectiva común y verídica sobre los acontecimientos mundiales. Ante la incomprensión generalizada de la situación surge la incertidumbre sobre las medidas que deben ser adoptadas para garantizar los aspectos centrales del orden social. Se producen, en consecuencia, reacciones sociales imprevistas y aparentemente irracionales. Algunos Gobiernos ponen en marcha medidas que, aunque populares, no solventan los problemas de fondo, ya que no existen respuestas sencillas y contundentes a problemas complejos. Otros recurren a la demagogia, al campanilismo o a la xenofobia como instrumentos de legitimación. Estas narrativas, normalmente envueltas en aseveraciones totalmente falsas, influyen sobre una parte de la ciudadanía


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