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REVISTA_GENERAL_DE_MARINA_JUL_2017

RUMBO A LA VIDA MARINA Nosotros somos de la mar y la mar nos pertenece. En concreto, el incierto futuro de la enorme lapa estrellada —tal es el nombre vulgar de la P. ferruginea— depende en gran parte de la Marina y de los militares porque en la isla de Alborán, y en los concretos tramos de la costa de Melilla y Ceuta que están reservados a ciertos establecimientos castrenses, se conservan actualmente los últimos y mejores efectivos residuales de la especie en España (con menos de 1.000 individuos). Pero también es comprensible que si existe un calamar cuya longitud puede llegar a los 20 m y pesar cerca de media tonelada (género Architeuthis) y del cual apenas se sabe de sus cuitas porque viven en las inexpugnables profundidades marinas, es fácil, insisto, que al principio, en el «érase una vez» de los cuentos, sucediese que la aparición en las playas de los restos de uno de sus largos e inquietantes tentáculos o la presencia de una ballena varada con sus colosales dimensiones que tantas veces doblaban las de cualquier nave al uso, forzasen a que un observador ocasional creyese que el hallazgo era más afín al campo del delirio y de las ensoñaciones que a la evidencia de lo tangible. De ahí al mito y a la leyenda, solo había un paso. El Kraken y el Leviatán habían nacido. Y al llegar aquí es cuando aparecen los personajes rebeldes que anunciaba líneas arriba, porque una vez metidos en materia biológica tampoco es raro que nos tiente lo esotérico, y derivemos, sin querer, en el pez barbudo, en las sirenas que alguien me aseguró haber visto desovar en el río Lérez (Pontevedra) y que, con cierto respeto novelesco, nos embarquemos en los airosos drakkars de los vikingos, no solo con la malvada intención de comprobar si sus yelmos corniveletos son de quita y pon o, para ludibrio de tan bravos nautas, prolongación de unos apéndices fijos en la frente, sino también para compartir con ellos las grandes navegaciones con las que dicen que llegaron al confín de Thule y, mucho antes que nuestro Cristobal Colón, a las Américas, cosa que me huele a chismorreo de la Royal Geographical Society of England porque, como en la mar siempre llueve sobre mojado, no pararemos de oír chorradas que desgasten nuestra historia, del estilo de que Sir Francis Drake fue el inventor de la guitarra española o algo parecido. Pero todo esto tendremos que tocarlo de pasada porque nuestro compromiso es, de modo incontrovertible, con la biología. Y lo sentimos porque tampoco estaría de más darnos un paseo por la Atlántida con el capitán Nemo, o por el Jardín de las Hespérides, o cruzar las Columnas de Hércules para acompañar al Holandés Errante en sus trapicheos amorosos y, ¿por qué no?, ver si seducimos a la reina de Saba para que nos descubra dónde se esconde el oro de la ciudad de Ofir, que el mismo Colón intuía en la tierra recién descubierta por él. Y tratar de darle exactas coordenadas, por fin y de una vez por todas, a la mítica isla de san Brentán, Barandán o Borondón, de la que podremos hablar sin remordimientos porque más que isla es ballena. En fin, que en el presente capítulo de Rumbo a la vida marina tenemos mucha cabullería por adujar, a chiflo de contramaestre. Y que San Telmo nos asista. 2017 71


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