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REVISTA_GENERAL_DE_MARINA_JUL_2017

RUMBO A LA VIDA MARINA va pertenencia. Se sabe que su tripulación está formada por almas en pena y que su legendario capitán es un orate con barba cimarrona, como de esparto, dicen que nacido en Bueu (Pontevedra), y del que se supone que se cristianó con el nombre de Juan, Juanito en su tierna infancia, aunque más tarde, y como es habitual en Galicia, fuese más conocido por el mote Juanete Bajo, porque si bien Juanito era de exigua estatura también era hombre de altas miras, como vela de mastelerillo de proa, de palo trinquete. Y que algo bienhumorado también parecía porque solía mitigar las penas, la mamparitis y la soledad de la mar cantando gallegadas como Ondiñas veñen, ondiñas van, aunque alguna vez, cuando quería impresionar al personal, lo hiciese en alguna lengua misteriosa como el sánscrito o el arameo, que aseguran que se las había enseñado el mismísimo Lucifer. Y son muchos los testigos que aseguran haber visto cómo su bergantín de tres palos desvencijados embestía sañudamente, con el bauprés partido a trozos y ciego de violencia, la avanzada rocosa más septentrional de la isla, la punta do Cabalo, para hacerla pedazos y crear así una barrera que impidiese el paso a otros buques que pudieran llevar intenciones depredadoras. Y, claro, por allí nadie se acerca porque saben que aquel arrecife de derrubio estaba maldito y que solo podría medrar allí un percebe venenoso con el que únicamente se atreverían a celebrar mariscada los diablos súcubos e íncubos y alguna meiga reumática que hace la esquina con algún alma en pena cargada de aguardiente. Y por eso nadie se acerca en noche de tormenta a la Furna dos Pesos porque sospechan que no anda lejos el bergantín fantasma atronando rayos y centellas con la música de fondo de las espeluznantes carcajadas de la marinería y la mueca sardónica de su mascarón de proa, desdentado, que antes fue espléndida y dorada talla de Minerva, en madera de primor, los jirones de trapo tremolando coces y la onusta voz del capitán lanzando blasfemias y órdenes al vendaval con un lenguaje que solo a los condenados al fuego eterno dejaría de impresionar. Se sabe además, eso sí, de fuentes bien informadas, que el otrora airoso bergantín transportaba un cargamento de ratas rabiosas que Juanete Bajo había embarcado en el infierno para vengar aquello de don’t forget the Maine, junto con una buena cantidad de «pesos» destinados a ayudar a repatriar a las tropas españolas que lucharon contra el yanqui en Cuba, entre ellos, puede ser, mi abuelo materno, el coronel de la Infantería de Marina Jacinto Martínez Carrillo que, como teniente coronel y a las órdenes del general Luque, mandó una guerrilla montada a caballo que dio repetidas muestras de bravura en la Marina aquella, que se conoció, tristemente, como la del Desastre. Pero dado que el marino propone y Poseidón dispone, los bajos sucios de Cíes se interpusieron en la derrota de aquel bergantín otrora altivo y se fue al bentos a criar algas. Y su capitán, que en el fondo gastaba cierta hechura de bien, se empeñó en que él era el último en abandonar el barco, como exige el honor en el código de la mar, y como ninguna de las almas en pena quiso bajar a tierra porque no sabían a dónde ir, es por eso que es hoy el día en el que el de Bueu sigue de guardia permanente 74 Julio


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