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REVISTA_GENERAL_DE_MARINA_JUL_2017

RUMBO A LA VIDA MARINA Rompedura de una ballena yubarta, conducta común en este enorme cetáceo. Es comprensible que el ver salir del agua un «pez» gigantesco entre resoplidos que se oyen a un kilómetro de distancia, en un decorado de espumas y mar «hirviente», sustentase el mito de Leviatán. (Foto capturada en televisión). do por mí, como lo fuiste tú, que se apacienta de hierba como el buey» (Job 40: 19). Menos recomendable era Leviatán, claro, la bestia marina que representa a los reinos enemigos de Dios. Job, paradigma de la paciencia porque tuvo poca suerte y Satanás se ensañó con su familia matando a sus hijos, sus siervos, el ganado… desgracias que sobrellevaba con santa paciencia, se quejaba de la peor noche que había pasado en su vida, que para el sufrido Job fue la del día en que nació. La aborrecía con tanta amargura que gritaba desesperadamente: «Maldíganla los que saben maldecir el día, los que saben maldecir a Leviatán (Job 3:8)». El mismo Yavé prosigue en el Libro de Job revelándonos algún detalle sobre cómo era el monstruo; según la exégesis más extendida, asociándolo al cocodrilo, que es reptil que cuenta con una especie marina, Cocodrylus porosus, que es renombrada devoradora de hombres: «Sus estornudos son llamaradas, sus ojos son como los párpados de la aurora, de su boca salen llamas, se escapan centellas de fuego, sale de sus narices humo, como de olla al fuego, hirviente» (Job 41: 10-12). Hoy día, nadie duda de que la aparición y la desaparición súbitas de una yubarta sobre las olas o el colosal resoplido de otra gran ballena que paralizó de miedo a unos pescadores costeros fueron la base real sobre la que se construyó en el imaginario bíblico el diabólico Leviatán. Y como es evidente que la evolución de la sociedad occidental responde ante todo a la tradición cristiana, es lógico pensar que unos animalotes que, en el estreno de nuestra Era 2017 77


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