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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA OCTUBRE 2017

cultura Ingresó en los Ejércitos de Felipe V como infante, pero alcanzó las más altas cotas de liderazgo y prestigio en el Cuerpo de Ingenieros nacido, como el mismo, en los primeros compases del XVIII JUAN MARTÍN ZERMEÑO, ingeniero del Rey ENTRE las luces de tan ilustrada centuria como el siglo XVIII, cabe señalar en el ámbito de la milicia española, la creación del Real Cuerpo de Ingenieros. La traumática guerra de sucesión que estalló a la muerte de Carlos II, el último monarca de la Casa de Austria, obligó a los pretendientes en liza a una profunda reforma de sus ejércitos. En ese contexto, Felipe de Borbón encargó al flamenco Jorge Próspero de Verboom la organización corporativa de los ingenieros que estaban al servicio de la Monarquía hispánica. Era la manera de unificar —en un colectivo convenientemente seleccionado y especializado— las decisiones relativas a la defensa y ataque de plazas fuertes, así como las otras funciones de guerra en las que se precisaba la actuación de ese valioso personal militar. Nació, así, el Cuerpo de Ingenieros, luego Arma. Uno de los institutos que más glorias ha dado, en sus más de 300 años de historia, al Ejército español. DE CIUDAD RODRIGO A MELILLA La muerte de Carlos II (1700) coincidió con la llegada al mundo de uno de los ingenieros que asumieron la responsabilidad de dirigir el flamante Cuerpo. Juan Martín Zermeño nació en Ciudad Rodrigo (Salamanca), hijo de una familia hidalga venida a menos, aunque siendo niño se desplazó a Melilla. En abril de 1716, ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería Almansa, Museo del Ejército Busto del militar mirobrigense, cuya labor es aún hoy reflejo de su tiempo. tomando parte en diversas acciones en torno a la plaza norteafricana. Sus dotes para la observación y buena actitud para el dibujo le granjearon su admisión en el Cuerpo de Ingenieros y el ascenso a subteniente de Infantería (1719). En la propia Melilla intervino, al lado del también ingeniero Pedro Borrás, en la fortificación del recinto militar, siempre amenazado por los rifeños. Como recompensa a los méritos contraídos en su defensa, ascendió a capitán de Infantería (1725) y a ingeniero ordinario (1726). EL SITIO DE GIBRALTAR Mientras tanto, al otro lado del Estrecho, Felipe V había puesto el punto de mira sobre Gibraltar, plaza perdida durante la Guerra de Sucesión y que permanecía en manos británicas. El ya citado Verboom fue el encargado de dirigir las operaciones de asedio, en franca pugna con su comandante general, conde de las Torres. Para llevar a cabo sus planes, el flamenco hizo llamar a varios ingenieros, entre ellos Zermeño. Nada se consiguió desde el punto de vista militar y se levantó el sitio, pero de regreso a Melilla, fue ascendido a ingeniero segundo y nombrado teniente de Rey de la plaza: segundo oficial al mando de la misma. Participó en la ocupación de la altura del Cubo y en la posterior construcción de su fuerte, que se llamó «de la Victoria» por el éxito allí conseguido. Esta obra, que neutralizaba un peligroso cerro que dominaba el encla- Abordó la reforma de las academias de matemáticas y la creación oficial del Montepío de Ingenieros 56 Revista Española de Defensa Octubre 2017


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