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REVISTA HISTORIA NAVAL 138

SEBASTIÁN AMAYA PALACIOS Indias (16). Así pues, a las galeras y su cabo correspondían importantísimos cometidos para el correcto desempeño de las relaciones comerciales y para la defensa de un espacio demasiado extenso, sin mayores respaldos por el embrionario y secundario papel de América dentro de la política militar de la Monarquía. La primera referencia a la escuadra corresponde a 1571, cuando el gobernador Pedro Fernández de Busto propuso la construcción de los bajeles sobre el terreno, evaluándolos en 4.400 ducados (17). Pero Madrid no aceptó la propuesta y la ciudad tardó casi una década en contar con un medio de defensa naval efectivo o, cuando menos, funcional. El hecho de que las galeras no se despachasen hasta 1578 pudo ser consecuencia de la bancarrota de 1576 y su consecuente contracción fiscal, que obligó a destinar los recursos a necesidades consideradas más urgentes. La cada vez más común presencia de rivales españoles en América dejó entrever la necesidad de expulsarlos de los litorales de Tierra Firme, y monopolizar la región nunca se logró. El obispo de Cartagena, fray Dionisio de Sanctis, se pronunció en 1577 sobre la necesidad de guarnecer la región con una escuadra (18). Para dotar esta en el ámbito del Caribe, consideró preferible la galera que una nave de mayor calado y, por ende, menos maniobrable. Las galeras fueron muy comunes en el Mediterráneo; pero, especializadas en el cabotaje, este género de naves padecía mucho en la travesía atlántica (19). Tras varios años de espera, en febrero de 1578 zarparon desde España hacia Cartagena las galeras Santiago y Ocasión, al mando de Pedro Vique Manrique y Pedro Andrade, respectivamente. Pero el impacto del viaje en su estructura fue tal que las dejó incapaces para cumplir las tareas que tenían asignadas. Para 1581 podría afirmarse que el estado de las galeras era deplorable, según se desprende de varios informes de diferentes personajes de la administración cartagenera. El gobernador afirmó: «Las galeras están muy viejas y destroncadas, la una sin árbol y no se ha podido haber en estas partes. Conviene a V.M.d mande se envíen otras o que se hagan acá que chusma tienen harta y muy sana» (20). Por su parte, Pedro Vique Manrique, primer cabo de las (16)  Las restricciones sobre el comercio interregional en el Caribe fueron una de las principales medidas, junto al envío de funcionarios encargados de controlar los flujos comerciales ilegales. VIDAL ORTEGA, p. 323. (17)  En este proyecto, los materiales serían americanos, tomando la madera de la cercana villa de Tolú. Otros elementos, como jarcias, lonas y brea, podrían ser adquiridos en las mismas Indias, omitiendo el largo trámite de enviarlos desde Sevilla. Los marineros serían reclutados entre aquellos miembros de la flota que cometieran alguna falta. Los soldados debían ser naturales americanos, debido a la lenta aclimatización de los peninsulares, y la chusma estaría integrada por negros ladinos, bozales y cimarrones capturados. BORREGO PLá, p. 79. (18)  AGI, Santa Fe 228. Carta del obispo de Cartagena, fray Dionisio de Sanctis, 22 de abril de 1577. (19)  La constitución de sus cascos ―ligeros y alargados, de poco calado― provocaba que se deterioran sobremanera al exponerse a las corrientes de mar abierto. La solución para la navegación trasatlántica fue dotarlas de mesana con vela cuadrada. (20)  AGI, Santa Fe 62. Carta del gobernador de Cartagena, 6 de junio de 1581. 30 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 138


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