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REVISTA HISTORIA NAVAL 138

SEBASTIÁN AMAYA PALACIOS propició la orden de desmantelar las galeras. García de Girón, en agosto, aprestó los nuevos navíos, si bien conservó una galera como capitana. Pese a sus esfuerzos por que se le permitiera mantenerla, en 1624 se optó por desarmarla y los 40.000 ducados del situado se invirtieron en las fortificaciones de la ciudad (79). Conclusión La falta de un proyecto constante y bien elaborado para proteger las conexiones marítimas que daban cohesión al Imperio fue uno de los grandes fracasos de la política hispana entre finales del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. Las dificultades que experimentó la Monarquía para excluir a los extranjeros de la Carrera de Indias, andando el tiempo se convirtieron en imposibilidad de expulsarlos de América. La aparición de asentamientos de otros Estados europeos en las Antillas modificó profundamente las dinámicas comerciales y las necesidades defensivas de las provincias ultramarinas españolas. La imposibilidad de repeler las incursiones esporádicas y los asaltos a las rutas mercantes, y la consolidación del contrabando allanaron el camino al establecimiento permanente de los rivales del imperio español en todos los lugares en que el dominio de este no era efectivo. En este sentido, resulta evidente que la incapacidad castellana para proteger su imperio marítimo aun en las cercanías de la misma península ibérica, así como la constante política de los Austrias en destinar el grueso de sus recursos humanos y materiales a la guerra contra los rebeldes de las Provincias Unidas, desguarnecía su periferia. Este proceso de intrusión foránea en las zonas de reciente colonización y en las rutas de abastecimiento se extendió a todos los territorios regidos desde Madrid. Incluso podría conceptuarse como una desarticulación progresiva del Imperio en el ámbito comercial, que a la postre era uno de los principales factores para nutrir las arcas reales. Sostener las quimeras de supremacía europea requería disminuir y mantener al mínimo posible las preocupaciones y gastos en la fachada indiana y atlántica del imperio en general (80). Los escasos recursos que lograran redistribuirse debían aplicarse a los puntos más elementales del teatro operacional que comprendían los territorios españoles. El buen aderezo de las escuadras navales caribeñas dependió de las capacidades y recursos de su puerto, y al apoyo que pudieran recibir o no de las arcas reales. El gobierno de Felipe III (1598-1621) se caracterizó por el gran déficit fiscal, que no logró controlarse ni aun durante la tregua de los Doce Años (1609-1621). La falta de un proyecto verdaderamente estructurado y coherente con las capacidades y necesidades del Imperio brilló por su ausencia. Durante la tregua se intentó implementar otro tipo de embarcaciones menos (79)  CHAUNU, Pierre y Hugette, pp. 1051-1054. (80)  CéSPEDES DEL CASTILLO, p. 263. 42 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 138


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