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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 918

Montante de Don Juan de Austria. Museo Naval de Madrid arenga a sus soldados, negando el cielo para los cobardes y prometiéndolo a los valientes, cual si de Mahoma y las huríes de su Paraíso se tratara. Como aquellos combates en la mar no eran sino un remedo flotante de los de tierra, en los que los barcos abordados eran el terreno de la lid, don Juan, dando muestras de su perspicacia guerrera, mandó aserrar los espolones de los que iban provistos para poder llegar mas fácilmente al enemigo, y así embistió con el suyo a la galera capitana de Alí Pachá, con el que se dice entabló combate singular, mientras los arcabuceros españoles barrían con sus mortíferas descargas la cubierta de los sarracenos causando verdaderos estragos entre sus filas. Para darnos idea de lo que fue aquella cruenta batalla, uno de los hitos de la historia de la humanidad, nada mejor que la narración de un soldado de la Compañía de Don Diego de Urbina, el genial Manco de Lepanto: ....embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y 112  REVISTA EJÉRCITO • N. 918 OCTUBRE • 2017 trabadas, no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla de espolón;.... y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y, con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por su estrecho paso al bajel contrario. Y lo que es más de admirar; que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mismo lugar, y si éste también cae al mar, que como enemigo le aguarda, otro y otro le sucede sin dar tiempo al tiempo de sus muertes. Lope de Vega dice en El Laurel de Apolo: En la batalla donde el rayo Austrino, hijo inmortal del Águila famosa, ganó las hojas del laurel divino al Rey de Asia en la campaña undosa. Bien sabían lo que decían aquellos invictos soldados de los Tercios españoles: Nápoles mi ventura; Flandes mi sepultura. Sin conseguir que su hermano, el Rey, aprobara alguno de


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