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REVISTA GENERAL DE MARINA OCT 2017

TEMAS GENERALES Gracias a los prolijos recuentos de la expedición de Pedrarias Dávila (1514) analizados por la profesora Carmen Mena en su libro Sevilla y la flota de Indias, podemos conocer los precios de los prácticos de río. Dentro de sus servicios existían dos trayectos, Sevilla-Bonanza o Sevilla-La Horcada. De todos los importes recogidos en estos asientos se cita como más económico el que asistió a la nao Santa María de la Antigua, que fue de Sevilla a Sanlúcar, el cual cobró un ducado (375 maravedíes). Igualmente se apuntan los honorarios de otro piloto, que por bajar la primera carabela española que emplomó su casco para evitar los efectos de la broma percibió nueve reales de plata (510 maravedíes) (17). Sobre los prácticos de barra disponemos de más información que de sus homólogos de río. Baltasar Vellerino, en su obra Luz de Navegantes, esclarecía que «… para entrar en el puerto de Sanlúcar ante todas cosas se ha de meter piloto de barra como es uso y costumbre con navío de cien toneladas pa(ra) arriba… conviene que entren por mareas y particulares señales de tierra huyendo de los bajos… sondando muy a menudo conforme la ocasión lo pidiera…» (18). Lejos de ser una profesión sencilla, un práctico sanluqueño requería una preparación específica. Debía estar al tanto de los cambios de volumen de las aguas y bancos en la desembocadura, lo que a su vez dependía de las corrientes, mareas y estaciones: «… los pilotos de barras y ríos en ninguna manera lo deben dejar de usar y cursar para ser diestros y hábiles en ellos porque de una hora a otra se suelen mudar el fondo de una parte a otra, en tal manera que oír la parte y lugar que hoy sale una nao, podría ser que no pudiese salir otro día…» (19). Como vemos, en el caso de estos no bastaba el cuidado o la vigilancia del que servía a este oficio, sino que se necesitaba no dejar de ejercer para ser diestro y hábil. Estas cualidades eran imprescindibles para un piloto, pues este, yendo confiado por los bancos de arena, podía dejarse parte de la quilla o todo el navío. Dado el papel que nuestros protagonistas jugaban en orden a la feliz llegada de los navíos de Indias, no sorprende que los mismos gozaran de gran respeto. Tan pronto como uno de ellos subía a bordo, tomaba el mando de la nao: (17) MENA GARCÍA, María del Carmen: Sevilla y las flotas de Indias. La Gran Armada de Castilla del Oro (1513-1514). Universidad de Sevilla, Fundación El Monte, 1998, p. 312. (18) VELLERINO DE VILLALOBOS, Baltasar: Luz de Navegantes. Museo Naval de Madrid y Universidad de Salamanca, 1984, p. 169. (19) ESCALANTE DE MENDOZA, Juan: op. cit., p. 62. 426 Octubre


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