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LA LEGION 540

AnivLeirbsraorsio <<<< Actividades << DESDE SU NACIMIENTO HASTA SU MARCHA A LA CIUDAD DE ZARAGOZA.- Agustina Zaragoza y Domenech nace en Barcelona, el día 4 de Marzo de 1786, siendo bautizada dos días más tarde en la Parroquia de Santa María del Mar. De familia humilde, fueron sus padres Pedro Zaragoza y Zaragoza y Raimunda Domenech y Gassull, naturales ambos del pueblecito de Fulleda (Lérida). No se sabe a ciencia cierta cuando el Sr. Zaragoza se traslada con su familia a Barcelona, abandonando su pueblo natal de Fulleda, donde, aunque de modesta posición, tenía algunos bienes y en cuyo lugar existió hasta los primeros años del pasado siglo el viejo caserón de sus mayores; pero es lo cierto que hasta los veintiún años, Agustina vivió con sus padres en Barcelona, los tres últimos ya casada y avecindada en las parroquias de Santa María del Mar, San Pedro y Nuestra Sra. Del Pino, de la capital indicada, señalando la tradición una vieja casa de la antigua calle de Sombrerers, esquina a la de Montcada, como lugar del nacimiento de la heroína. El día 17 de Abril de 1803, a los diecisiete años recién cumplidos, contrajo Agustina matrimonio con el cabo de Artillería Juan Roca Vilaseca, viviendo en Barcelona, donde nace su primer hijo, que muere a la tierna edad de cinco años, víctima de las privaciones y del cautiverio. Iniciada la guerra, – guerra que la Historia de España, calificaría mas tarde con el glorioso nombre de “La Independencia”- Roca, marido de Agustina, promovido ya a Sargento 2º, tiene que salir a campaña con su Regimiento, teniendo que dejar solos en Barcelona a su mujer y a su pequeño hijo; hasta que Agustina es llamada por sus padres a Zaragoza por haber trasladado allí su residencia, en casa de su otra hija Elena, casada con un capitán de Infantería, apellidado Bacit, y que se encuentra de guarnición en dicha plaza. Este es el momento en que Agustina emprende el viaje hacia la ciudad que merced al heroísmo que puso en su defensa había de hacerla famosa. Los hechos, relatados fielmente por cronistas e historiadores se corroboran con la sucinta descripción que de lo mismos hace la propia Agustina en una carta, dirigida años mas tarde a su amiga Doña Antonia Rosa Arrabal en la que entre otras cosas le decía: “Me hallaba una mañana, la memorable del 2 de Julio del año que te he dicho, haciendo los menesteres de mi casa, cuando un terrible ruido hizo retemblar el edificio. Lo había producido una granada tremenda. Los zaragozanos corrían por las calles en todas direcciones y los franceses intentaban entonces un ataque general. Yo me acordé que mi hombre, mi querido esposo Juan, estaba destacado en el Portillo de San Agustín. El deber de esposa, el deber de patriota pensaba, me exigían poner precio a mi vida. ¿Dónde mejor puesto que en las baterías de San Agustín? Pensado y hecho. Animé a algunas vecinas y, como tocada por Dios en el corazón, dirigíme presurosa al Portillo. La metralla enemiga abría brecha en la muralla y los sitiadores tenían ventaja sobre nuestros soldados y el pueblo. Un artillero gallardo, de arrogante figura surge de aquella masa de sangrante carne humana; pero al aproximar la mecha al cañón, muere gloriosamente por una bala enemiga. Los franceses se aproximan más y más a la brecha y yo, enardecida, como subyugada por una fuerza extraña y sobrenatural, me lanzo con fiereza sobre el cuerpo del artillero agonizante, le arranco de sus manos la ensangrentada mecha y al grito de ¡Viva España! la aplico al cañón y una carga de metralla hace verdaderos estragos en las filas de los sitiadores”. Animados por su acto, resurgen junto a las baterías algunos soldados heridos y otros militares y paisanos que se hallaban parapetados en las calles próximas. Agustina, cada vez mas enardecida los arenga, los anima a reanudar con mayor ardor la pelea y, vuelto a cargar el cañón, lo dispara de nuevo, cuando ya los franceses empiezan a retroceder. El general Palafox, que manda las fuerzas de la Plaza, enterado del hecho, ordenó que llevasen a su presencia a la heroica joven, pero ella contestó al emisario: “Agustina Zaragoza no abandonará su puesto mientas la batalla continúe”, y el General, al recibir tal respuesta, se presenta en el Portillo con su Estado Mayor y escolta, quedando admirado ante el cuadro que se presenta ante sus ojos y del que es figura principal una mujer, a la que desde entonces, toda Zaragoza conocerá por el sobrenombre de “LA ARTILLERA”. Al terminar el combate, Palafox cogió las divisas de un sargento muerto y las colocó sobre los hombros de la heroica Agustina, “cuya honrosa misión había tan dignamente representado”, según frase del propio General quien le concede igualmente el Escudo de Defensor de la Patria y la Cruz de Distinción del Primer Sitio de Zaragoza. Posteriormente, la Junta Central de Defensa, en nombre del Rey Don Fernando VII, y por su Resolución de 30 de Agosto de 1809, concede a Doña Agustina Zaragoza y Domenech el grado de Subteniente Honorario de Infantería (1) con goce de haber, en atención a los extraordinarios méritos y heroica actuación en la jornada del 2 de Julio de 1808, defendiendo a la Patria durante el primer sitio de la Inmortal Ciudad de Zaragoza. AGUSTINA PRISIONERA DE LOS FRANCESES. SU EVASIÓN Y VUELTA A LA PATRIA. SU DISTINGUIDA ACTUACIÓN EN EL SEGUNDO SITIO. Durante el segundo sitio de Zaragoza, Agustina ocupa siempre un puesto distinguido entre los defensores, realizando prodigios de valor en la 540 · III-2017 43 La Legión


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