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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 919

REVISTA EJÉRCITO • N. 919 NOVIEMBRE • 2017  113  SECCIONES FIJAS CARTAS A LA VIDA EN NOMBRE DE QUIENES SIENTEN PERDIDA LA SUYA No se concibe mayor dificultad que la de escribir una carta de despedida a los padres, la esposa o al hermano de quien se siente «muerto », pero antes de serlo clínicamente, envía instrucciones a los suyos para que sobrevivan a su fallecimiento. No hay cosa más triste que la de escribir cartas de amor de un enamorado desahuciado, que nunca más abrazará a su prometida, pero a la cual pide que nunca le olvide, como él a su vez promete, desde esa presencia oscura que sobre su mente percibe, dar fe de su pasión hacia la persona amada. No hay situación más complicada que reorientar una situación clínica inapelable, ante quienes necesitan una señal de esperanza, sin que parezca fácil consuelo, puesto que prepara el ánimo para noticia peor; que otra carta, oficial esta y llegada más tarde, dirigida a los padres del ya difunto, a su esposa o novia, redactada según los formularios institucionales de pésame, sin por eso dar muerte a quien la lea, ciertamente lo mata. España nunca estuvo en falta de insignes médicos militares: desde Nicasio Landa —el que atendiese al agonizante general Concha en la casona de los Munárriz en Abárzuza (Navarra), tras caer herido de muerte en las rampas de Monte Muru—, a Santiago Ramón y Cajal, Severo Cenarro, Felipe Ovilo, Fidel Pagés, Antonio Vallejo Nájera, sí de mejores hospitales. Pero ningún hospital bien equipado puede sustituir al humanismo solidario, que todo paciente en grave estado merece. Y a la inversa, ninguna pauta reglamentista, ninguna instrucción escrita, colgada en distante pared o sujeta en puerta acristalada, puede reemplazar a la comprensión, incluso a la ternura que todo militar sufriente confía le sea reintegrada, a cambio del sufrimiento donado a su patria o ante su invalidez total irreversible, que hará incomprensible la vida que aún le espera. RECUPERAR LA FE A PARTIR DE LA ALEGRÍA Y LA FOTOGRAFÍA En ese combate diario, para no desfallecer, luchan pacientes y cuidadores. Unos y otros intercambian creencias y energías. A través de la ironía o la gracia bien dicha, porque no todo es dolor, ni abatimiento. Y porque de vez en cuando toca reírse para no morirse de pena. Monjas que Grupo de enfermeras, monjas y médicos


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