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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 919

EDIATRAS EN EL RENTE DEL STE UENTO DE ADAS SPAÑOL PARA UNOS RISTES IÑOS USOS Juan Manuel Poyato Galán. Doctor en Medicina y Cirugía INTRODUCCIÓN (1941-1943): Dejando de lado el aspecto romántico y épico que el Hollywood de la posguerra trató de darle, además de ser el teatro de operaciones de mayor letalidad de toda la Segunda Guerra Mundial, el Frente del Este fue el talón de Aquiles y, a la postre, el origen de la derrota nazi. En medio de tal devastación, como en todos los enfrentamientos armados desde que el hombre es hombre, los niños fueron algo más que víctimas inocentes, pues en total se calcula que más de 14 millones de niños y jóvenes soviéticos perdieron la vida durante el conflicto. La especial vulnerabilidad infantil se pone de manifiesto en el estremecedor dato de que durante los 26 meses de ocupación alemana en la URSS se perdieron diez veces más vidas de niños y adolescentes que en el resto de las naciones europeas juntas a lo largo de toda la guerra. La terrible ruptura que la guerra supuso en la infancia soviética no solo se limitó a la mera interrupción de su rutina escolar y el fulminante desplome de sus esquemas vitales. El desmembramiento de las familias, con el incremento exponencial del número de huérfanos, el desplazamiento de sus domicilios con la lógica sensación de desarraigo, la falta de agua corriente así como de alimentos de primera necesidad, con el inevitable estrago de la malnutrición, y el sufrir en 40  REVISTA EJÉRCITO • N. 919 NOVIEMBRE • 2017 carnes propias los efectos de las armas de guerra se unieron indefectiblemente a un aspecto de capital importancia en el caso de la infancia y la juventud: el desmedido daño psicológico que les supuso la violencia física y emocional que sobre ellos se ejerció, con el cual debieron convivir hasta muchos años después de la finalización de la guerra. En los territorios ocupados de la URSS la persecución a la que fueron sometidos (con asesinatos en masa y políticas de exterminio), los trabajos forzados, las represalias y las deportaciones se unieron a las tremendas hambrunas, con un resultado mortal para la población infantil. La escasez de reservas de alimento por el desvío de las mismas hacia las tropas del Ejército Rojo (para mantenerlas operativas) se sumó al hecho de que los alemanes confiscaban a su antojo los suministros de las más de 1.710 ciudades y los 70.000 pueblos destruidos desde el inicio de la operación Barbarroja. Los campos de cultivo eran bombardeados de manera asoladora para destruir las cosechas, contaminar las tierras con chatarra de guerra, envenenar los acuíferos con los productos resultantes de las grandes explosiones y matar a las reses necesarias para el trabajo agrícola. En tales condiciones ninguna semilla se podía plantar ni ningún cultivo se podía recolectar. La población moría de hambre.


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