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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 919

El triunfo de Cayo Mario sobre los cimbrios, por Francesco Saverio Altamura REVISTA EJÉRCITO • N. 919 NOVIEMBRE • 2017  97  SECCIONES FIJAS que tuvo lugar el 30 de julio del año 101 a.C. en la llanura de Raudine, sitio escogido por Mario por las ventajas que ofrecía a su caballería. Esta vez la batalla dejó patente la superioridad romana en todos los sentidos. Las fuerzas cimbrias (que, recordemos, incluían a prácticamente toda la tribu, incluyendo no combatientes) triplicaban a las romanas y luchaban con el valor que da hacerlo para salvar la vida, pero sus oleadas chocaron contra el muro formado por los escudos y armaduras romanos, que mantenían la integridad de su formación al tiempo que acuchillaban a los desprotegidos bárbaros a través de los pequeños huecos que se abrían entre los escudos, lo que convirtió el lance en una carnicería en la que murieron más de 80.000 cimbrios y las pérdidas romanas fueron casi testimoniales. Boiorix y su lugarteniente Lugius murieron en la batalla y cuando la derrota ya era inminente gran parte de las mujeres cimbrias optaron por el suicidio (igual que las mujeres teutonas tras la derrota de Aquae Sextiae) y mataron antes a sus hijos. Los escasos supervivientes fueron esclavizados. CONSECUENCIAS, ANÁLISIS Y VALORES MILITARES Tras estas victorias Cayo Mario fue nombrado tercer fundador de Roma y alcanzó una fama sin precedentes; llegó a ser reelegido cónsul siete veces (algo inaudito en la historia de la República), y eso a pesar de que desobedeció al Senado al conceder la ciudadanía a todas las legiones itálicas, lo que supuso una mayor profesionalización del ejército romano e inauguró una tendencia por la que los ejércitos mostraban más fidelidad a sus generales que al Gobierno de la República. La desobediencia de Mario fue la primera piedra en la construcción de lo que finalmente sería el Imperio romano, pues el culto a la personalidad de algunos militares llevó a una pérdida de competencias del Senado y, con ello, a la caída de la República a favor de una forma de gobierno más personalista, el Imperio, que nació en el año 27 a.C. con la concesión al general Octavio del título de imperator Cesar Augusto. Las consecuencias de la guerra Cimbria trascendieron las fronteras romanas: al este del Rin llegaron noticias de las derrotas del «invulnerable » ejército romano que, pese a su victoria final, sirvieron de acicate a futuras revueltas, y tuvo especial trascendencia la victoria de Arminio frente a Varo en la batalla del bosque de Teutoburgo, en el año 9 d.C., que hizo finalmente desistir a los romanos de absorber y romanizar a los pueblos germánicos y marcó en dicho río una frontera cultural entre latinos y germánicos que aún persiste. Analizando las sorprendentes derrotas romanas en Noreya, Burdigala y Arausio se observa cómo los caudillos romanos, en su mayoría políticos sin formación militar, en lugar de buscar un acuerdo que sirviese a los intereses de la República (es posible que Boiorix y Teutobod hubiesen aceptado


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