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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

ARDIDES Y ESTRATAGEMAS DE GUERRA 139 acabó siendo vencido. Se insiste en la importancia de distribuir con buen orden las tropas, pues “lo que no esta bien ordenado causa muchas vezes confusion”. A este respecto, se recuerda “como Fuluio, pretor romano, sin formar sus escuadrones como conuenia, se atreuiò por su temeridad a dar la batalla a Hannibal en la Pulla, de lo cual le sucedio mucho mal porque fue vergonçosamente rotto y muchos de los suyos muertos hasta el numero de 16. mil, sin los presos”. La formación de los escuadrones es uno de los temas también recogidos en bastante de los tratados militares del siglo XVI. Los autores acostumbran a detallarlos, ilustrando sus descripciones con gráficos y tablas numéricas que facilitan su comprensión. De este modo, Álava y Viamont indica los siguientes tipos de escuadrón: cuadrado, prolongado, cornudo, romboidal, en forma de tenaza, de cruz, de sierra y de huevo. Por su parte, García de Palacio señala algunas clases de escuadrones empleados por los antiguos. Sin embargo, pese a la diversidad tipológica que podemos apreciar, los más habitualmente utilizados en dicha centuria se redujeron a cuatro: cuadro de terreno, cuadro de gente, prolongado y de gran frente, opinión que es compartida tanto por Escalante como por Francisco de Valdés. El capítulo 8º trata “de atemorizar y poner en confusion a los enemigos en la batalla por arte y engaño”. En cierto modo, el contenido de este capítulo guarda semejanza con el del número seis. Ambos apuntan a infundir ánimo de lucha en los soldados propios y amedrentar, por el contrario, a los adversarios, empleando toda suerte de estratagemas y sutilezas. Con esta finalidad se citan veintidós ejemplos en los que ilustres generales emplearon con éxito las más variadas añagazas. Se cuenta, así, que el cónsul Marcelo, antes de un combate, hacía gritar “con grandes clamores y vozes” a sus tropas y a todos los campesinos, y este griterío, agrandado por el eco de las montañas, infundía terror al enemigo y ánimo en los suyos. Con idéntico propósito, “los sarrazinos o moros” enfrentados a Carlomagno “hizieron vestir algunos en manera de diablos con rostros falsos y mascaras espantosas y los pusieron de los primeros en la batalla”, provocando con ello la espantada de los caballos. “Y por este ardid fue el exercito de Carlo Magno rompido y desbaratado”. El capítulo 9º, el más breve de todos, plantea el modo “de romper y desbaratar a los enemigos en batalla por diversos medios”. Entre ellos, el empleo de algunos ingenios, como los “carros armados con hozes y cuchillos aguzados para cortar en pieças a los enemigos”, especie de carros falcados que usaron los persas contra Alejandro; o los artificios que inventó el conde Pedro Navarro, “cauallero sutil e industrioso”, y que utilizaron los españoles en Rávena contra los franceses, sin detallar en este caso la índole de los mismos. En los ocho ejemplos que se citan aparecen empleados también “otras sotilezas y ardides… como hacer muchos oyos y concauidades Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 139-154. ISSN: 0482-5748


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