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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

140 RICARDO GONZÁLEZ CASTRILLO por las partes que hauian de venir los enemigos cubriéndolas despues con mimbres, ramos y hierba para mejor engañarlos”. Sin embargo, se reconoce que cualquier ardid que pudiera escogerse de poco servía ante “la artilleria que agora se vsa” pues “lo sobrepuja todo, porque el destroço que haze es espantable”. El capítulo 10º expone los “muchos y varios medios de deshazer a sus enemigos sin peligro de batalla”. Los diecisiete ejemplos que se recogen demuestran que otros tantos jefes de ejércitos supieron en el pasado derrotar y aniquilar a sus enemigos sin recurrir al empleo de las armas, utilizando tan sólo los más variados ardides y engaños. Entre ellos, el empleo de sustancias tóxicas para envenenar las aguas que había de beber el ejército contrario, el derribo de árboles al paso de éste, o inundar el campo enemigo desviando el curso de un río. Impedir el avituallamiento de los adversarios era también uno más de los recursos practicados habitualmente y, al parecer, el preferido por Julio César, quien “miraua y procuraua mas vencer y desbaratar a sus enemigos por hambre que por batalla y cuchillo”. A modo de consejo y advertencia, al término del capítulo décimo, precedido de un título en letra romana que reza así: “De euitar motin y discordias en la guerra”, se recomienda que el jefe del ejército procure por todos los medios “que entre los capitanes y soldados no aya dissensiones ni diferencias”, las cuales han sido causa de que se perdieran numerosas batallas, como les ocurrió a los romanos ante Aníbal en Cannas. Y después de mencionar otros dos ejemplos más, figura el siguiente enunciado, también en letra romana: “Como se ha de procurar de deshazer mas al enemigo por arte y cautela que por fuerça y rencuentro de batalla”. En realidad, esta parte viene a ser como una prolongación de lo tratado en el último capítulo y su filosofía es coincidente: se debe intentar vencer al contrario sin recurrir al combate, puesto que toda “vitoria es dudosa, incierta y peligrosa”. Tres razones apoyan esta tesis. La primera, “que la fortuna es incierta y engaña muchas vezes aquellos que menosprecian sus enemigos y que tienen por asegurada la vittoria de su parte”; la segunda, “porque si sucede mal, la falta no se puede remediar y la perdida es irrecuperable”; la tercera, “porque aunque se consiga la vitoria, es menester comprarla muy cara, con la perdida de mucha gente de valor”. Y en apoyo de cada una de estas tres razones se recuerdan hechos acaecidos que las confirman. Finalmente, precedido del epígrafe “algunos dichos notables y singulares para vn general”, se aconseja que “vn general hauia de ser viejo y anciano, no por la edad pero por el reposo y modestia que ha de tener qualquier buen capitan”. El factor edad era, por tanto, aconsejable en un jefe de ejército en tanto en cuanto se le suponía más prudente y menos temerario Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 140-154. ISSN: 0482-5748


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