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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

56 JOSÉ IZQUIERDO NAVARRETE institucionalización de la enseñanza superior militar en España, que, paradójicamente, arrancó en Bruselas, en 1675, con la academia dirigida por el general de batalla D. Sebastián Fernández de Medrano. A la General de Zaragoza se le encomendó contribuir a la formación de un oficial capaz de mandar pequeñas unidades en combate y de anteponer el interés del Ejército al espíritu corporativo; tarea más propia de la educación que de la instrucción. La coherencia se plasma en la adopción de un sistema educativo, cuyos principios pedagógicos se extendían fuera de nuestras fronteras y, en el interior, propugnaba la Institución Libre de Enseñanza. Un modelo activo, teórico-práctico, tendente al desarrollo integral de los cadetes, en su vertiente moral, técnica y física, en perfecta sintonía con la metodología utilizada. Tanto el sistema cíclico como el recurso al método de los casos concretos dejan constancia de la preocupación por recurrir a los instrumentos docentes más propicios para el aprendizaje. La propia organización que adopta la Academia responde coherentemente a los fines fijados. La individualización orgánica del núcleo de enseñanza y del de servicios, la articulación de los grupos teórico-prácticos y de las compañías orgánicas, la instauración de un estilo de vida militar y del régimen de internado, la implantación de un código disciplinario para faltas escolares; así como, la funcionalidad de edificios e instalaciones concebidos para satisfacer las necesidades básicas de un centro de enseñanza militar, son una muestra palmaria de la integración armónica de los diferentes elementos que componían el sistema educativo. La reforma de la enseñanza militar, en 1927, intentó desenvolverse de forma realista, en el marco de sus posibilidades, y evitar los errores que habían abortado los proyectos decimonónicos. En este sentido, la Dirección General de Instrucción y Administración debía de constituir el órgano de dirección del sistema de enseñanza militar, coordinar los distintos planes de estudio y controlar las disfunciones entre la Academia General Militar y las Academias Especiales que, a pesar de compartir los mismos fines educativos, seguían planes distintos. Sin embargo, no supo, o no pudo, cumplir íntegramente sus cometidos y este fue el principio del fin de esta reforma. Otra innovación, ya prevista por el general Azcárraga en 1892, consistió en reducir los itinerarios curriculares habilitados en la General de Toledo, fuente de continúa controversia, y establecer un solo plan de estudios, común para todos los cadetes del centro docente. El sistema de elección de Arma o Cuerpo, con el que concluían los estudios del primer ciclo de formación, reforzaba el carácter de esta última medida. La caída del general Primo de Rivera, impulsor de la reforma e identificado plenamente con la labor desarrollada en la Academia de Zaragoza, abrió las puertas a un cambio de coyuntura. La General no solo perdía a su Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 56-60. ISSN: 0482-5748


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