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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 122

NOTAS PARA UN ESTUDIO SOBRE LA LAUREADA Y LA MEDALLA… 75 el mismo para ambos contendientes: la ciudad. Conservarla a todo trance para unos; conquistarla a viva fuerza para otros... Pocas veces el objetivo de una acción bélica se ha mostrado con tan sobresaliente poder como en el caso de la batalla de Madrid, por cuanto era a la vez objetivo de valor estratégico y táctico, político y social, económico y geográfico, y además podía ser también el objetivo decisivo de la contienda” (Vicente Rojo, en su necesario Así fue la defensa de Madrid, en edición conmemorativa de la XXX Feria del Libro Antiguo de Madrid). Hay inconvenientes desde todos los puntos de vista: número reducido de fuerzas tanto para los cánones de las proporciones óptimas ataque-defensa como por la magnitud del objetivo -20.000 hombres en la mejor de las estimaciones para una capital de un millón de almas-; la orgánica para la empresa no es la adecuada, pues las columnas iniciales, de concepción ‘africana’ y cuya movilidad ha sido clave hasta ahora, van quedándose obsoletas sin la entidad requerida para la empresa, sin cuerpo de divisiones, sin músculo para una acción sostenida; y no hay posibilidad de relevos ni refuerzos significativos en el corto ni aun en el medio plazos, lo que no hará sino agravarse cuando empiecen a producirse las bajas altísimas que les esperan. Su única línea de comunicaciones -la carretera general de Extremadura- es larguísima además de vulnerable en varios puntos, con base en el Sur de España, en el que todavía se combate y se seguirá combatiendo. Por su parte, los republicanos cuentan en el momento del ataque con al menos tres factores de éxito fundamentales en defensiva, cada uno de ellos importante por sí solo, con un efecto multiplicador si se unen como fue el caso: un plan de fortificaciones y unas fortificaciones propiamente dichas impecables, dirigido aquél por un militar de carrera con gran acierto (el coronel don Tomás Ardid Rey) y ejecutadas éstas por piquetes de obreros profesionales con tiempo y esmero; unos refuerzos importantes cuantitativamente, pero sobre todo cualitativamente y como apoyo moral (recuérdese la escena de esas Brigadas Internacionales impolutas y perfectamente equipadas atravesando la ciudad en marcha de aproximación hacia el frente para unirse a otras fuerzas ya disciplinadas, lejos de la imagen de los milicianos desharrapados de la primera hora, sumando entre todos como poco 30.000 hombres útiles para la defensa y recibiendo además para entonces material y asesoramiento soviético en grande escala); pero sobre todo, un mando unificado en la Junta de Defensa de Madrid, que canalizará los esfuerzos de unos combatientes enardecidos, con unos militares de carrera sobradamente competentes al frente (el general José Miaja y el entonces teniente coronel Vicente Rojo, que, andando el tiempo, llegarían a ser ambos condecorados con la Placa Laureada de Madrid). Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 75-96. ISSN: 0482-5748


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