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REVISTA EJERCITO 922

Inicialmente llegó un batallón expedicionario del Soria 9 y otro del Pavía 19. España implicó a todo su Ejército, aunque con las limitaciones del momento Documento  /  73 Algunos autores acusan a Franco de haber querido ocultar a la sociedad española lo que estaba ocurriendo en Ifni y en el Sáhara. Pero no fue así; Franco y su Gobierno, en particular el ministro de la Presidencia, el almirante Carrero Blanco, trataron la guerra de Ifni como un conflicto bélico regional y, por tanto, que debían resolver los Ministerios del Ejército y la Marina. No hubo una declaración formal de guerra ni una implicación total del Estado, pues no había lucha contra otro Estado. La situación bélica requería, además, una política de información acorde a la misma, y era el Ministerio del Ejército el responsable de publicar cuantas noticias oficiales fueran necesarias sin alarmar a la población1, además de las crónicas publicadas en la Prensa del Movimiento, escritas principalmente por el periodista Ramiro Santamaría Quesada, y las cuñas cinematográficas aparecidas en el NO-DO. Franco estaba realmente preocupado por la situación en Ifni y en el Sáhara, y así se lo hizo saber a su primo y ayudante, el general Francisco Franco Salgado-Araujo, el 28 de noviembre de 1957: «Por fin he despachado con el caudillo; estaba muy preocupado por los sucesos de Ifni y lamentaba el proceder del Gobierno marroquí, que parece ver con complacencia la actitud del Ejército de Liberación; por lo visto este no tiene otra misión que favorecer los planes del partido Istiqlal, que el rey no controla»2. No es solo una cita en su libro Mis conversaciones privadas con Franco lo que transcribe el general Franco Salgado-Araujo, sino que en varias ocasiones se nombra la guerra3 y Franco expone sus preocupaciones e ideas, en especial para con la monarquía alauita y con la implicación de la URSS en el conflicto4. Fue la situación internacional lo que obligó a Franco a mantener este conflicto en un ámbito regional, además de su especial cariño hacia el mundo musulmán y a Marruecos en particular. En los años 50 España había ingresado en las Naciones Unidas (5 de diciembre de 1953), se habían firmado los acuerdos militares con EE. UU.5 (26 de septiembre de 1953) y se había acabado formalmente la época de la autarquía; por ello España no necesitaba una guerra en la que enfrentarse ni a Marruecos ni a EE. UU., que también era aliado de Marruecos6. España mantenía, incluso, unas excelentes relaciones sentimentales y económicas con la Liga Árabe desde su creación, en 1945, relaciones que podrían verse rotas por un conflicto abierto con Marruecos. Además, la situación política interna de Marruecos era muy compleja, pues estaba adquiriendo fuerza la corriente más radical del Istiqlal que clamaba por la ocupación del «Gran Marruecos», tesis seguida después por Hassan II una vez eliminada la amenaza que suponía el Ejército de Liberación para la estabilidad del país, curiosamente eliminada por España y Francia mientras Mohamed V no movilizaba las Fuerzas Armadas Reales para someter a ese grupo opositor. En este contexto internacional Francia también estaba implicada como antigua potencia protectora y porque en Argelia se estaba en plena campaña contra insurgentes muy relacionados con el Istiqlal, debido a que este reclamaba Mauritania como parte del «Gran Marruecos». Para acabar con las bandas armadas del Istiqlal7 hubieron de olvidarse los enfrentamientos diplomáticos con Francia respecto al Protectorado, tanto en su gestación como en su abandono, y olvidar los recelos que el Gobierno de Franco y muchos militares sentían hacia el país vecino para poder solucionar el problema de las dos provincias españolas de Ifni


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