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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2017

64 ALFONSO BULLÓN DE MENDOZA Y GÓMEZ DE VALUGERA a declararse expresamente a favor o en contra de la Constitución de 1812, implantada tras la sargentada de la Granja, y una de cuyas consecuencias fue la dimisión y pase a Francia del general Córdova. Contra la opinión de los facultativos O’Donnell se incorporó de nuevo al ejército a principios de mayo de 1837, y fue nombrado jefe de una brigada que en el mes de mayo participó en la toma de la línea de Oriamendi y en la conquista de Hernani, Irún y Fuenterrabía, acción liderada por el general inglés Lacy Evans y su legión británica, que así se tomaba el desquite de su derrota anterior en Oriamendi, y que se vio notablemente facilitada por la concentración en Estella de las tropas carlistas que estaban a punto de abandonar las Provincias para emprender la expedición Real.20 La euforia que estos éxitos llevaron al campo cristino fue tan grande que Espartero dio el 19 de mayo una proclama a los carlistas ofreciéndoles la paz en unos términos muy parecidos a los que luego tuvo el convenio de Vergara: se reconocerían los grados de los militares que se presentasen al frente de las fuerzas a su mando, uno menos al que lo hiciesen sin ellas, y el que tenían antes a los procedentes del ejército isabelino, y se aseguraba la conservación de los fueros.21 Los hechos no tardarían en desmentir tanto optimismo. Llegamos ahora a un hecho de la biografía de O’Donnell que creemos merece la pena resaltar: su actuación en el gracias a él casi olvidado motín de Hernani. Desde el principio de la guerra no habían faltado ocasiones en que la insubordinación, generalmente alentada por motivos políticos, había hecho acto de presencia en el ejército isabelino. Entre las algaradas más destacables cabe señalar la que costó la vida, el 18 de enero de 1835, al general Canterac, capitán general de Madrid; las que en el verano de dicho año presionaron para la entrada de Mendizábal en el ministerio, y las que en el de 1836 culminaron con la proclamación de la Constitución de 1812, entre cuyas víctimas estuvo el general Quesada, también capitán general de Madrid, y antiguo jefe de los realistas durante el Trienio Constitucional. Más desapercibidas han pasado las conmociones que tuvieron lugar durante el verano de 1837, pues no dieron lugar a ningún cambio de gobierno, pero que son buena prueba de hasta qué punto se hallaba al borde del colapso el ejército liberal. Así lo recoge Chamorro Baquerizo al llegar a este punto de su biografía de O’Donnell: “Puede decirse que vamos a ocuparnos en el tomo correspondiente a tenientes generales, pero finalmente lo fue en el de capitanes generales, pues fue ascendido inmediatamente antes de su publicación. 20  Por su participación en estos hechos Evans le propuso para la gran cruz de Isabel la Católica, con la que fue agraciado. 21  PIRALA: Historia de la Guerra Civil, 3ª ed, tomo II, pp. 595-598. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2017, pp. 64-80. ISSN: 0482-5748


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