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REVISTA DE HISTORIA NAVAL 139 MAS SUP 26

LA NAO NUESTRA SEÑORA DE BEGOÑA, FRANCIS DRAKE Y JUAN DE GARIBAY valorada entre dos y tres millones de pesos, con el timón y el palo mayor rotos a causa de una tormenta, milagrosamente había alcanzado a refugiarse en dicho puerto a fin de ser reparada, para lo cual hubo de desembarcar el cargamento, que quedó custodiado en el castillo. La escuadra corsaria ―tras ser rechazada varias veces en Canarias, lo que la retrasó― llegó finalmente a Puerto Rico. Sin embargo, una flotilla de cinco fragatas, al mando de Pedro Téllez de Guzmán, se le había adelantado, lo que permitió preparar la defensa de San Juan, para lo cual se hundió a propósito la Begoña como parte de una estrategia orientada a cerrar la entrada al puerto. En la noche del 23 al 24 de noviembre de 1595 se produjo el combate, en el que los ingleses sufrieron una contundente derrota que les obligó a retirarse. Las cuatro fragatas españolas supervivientes ―una había ardido en la lucha― cargaron el tesoro y a la gente de la Begoña (unos 300 hombres), regresando rápidamente a Cádiz. Drake, ostentando ahora el mando pues Hawkins había muerto por enfermedad, intentó tomar Panamá, donde de nuevo vio cómo era vencido y se le infligían grandes bajas. Tras la derrota ordenó ir a Portobelo, donde, para rematar el desastre, moriría de disentería y su cadáver fue arrojado al mar. Ahora, la desmoralizada, hambrienta, diezmada y enferma flotilla corsaria quedaba a las órdenes del coronel de las tropas de tierra, Thomas Baskerville, quien decidió que lo único sensato era volver a casa. Pero antes había que preparar los buques para la travesía, de manera que los restos de la flota se dirigieron a la isla de Pinos (al sur de Cuba) para poner todo a punto. Aún no habían llegado a España las noticias de lo de San Juan de Puerto Rico, por lo que el segundo día de 1596 zarpó de Lisboa una escuadra de refuerzo hacia el Caribe liderada por Bernardino de Avellaneda, siendo su almirante nuestro conocido Juan Gutiérrez de Garibay. La fuerza se tropezó en la travesía con un recio temporal que le causó averías y la obligó a hacer alto en San Juan. Reparado lo imprescindible, se dirigió a Cartagena de Indias para terminar los trabajos de puesta a punto. Al poco de fondear, los españoles se enteraron de la ubicación de los ingleses, así que Avellaneda ordenó ir a Pinos sin haber concluido las faenas. Garibay, que mandaba los barcos más veleros, se adelantó al resto y llegó a tiempo de ver cómo catorce bajeles ingleses ya alistados estaban con los últimos preparativos, aunque con mucha gente en tierra. Pese a contar solo con tres unidades, sabiendo que detrás venían refuerzos, Garibay decidió aprovechar la ventaja de que mucha de la gente inglesa estaba en tierra y se lanzó al ataque. La acometida provocó la desbandada de los ingleses embarcados, que dejaron abandonados a sus compañeros en las playas, y se saldó con el apresamiento de la nave mayor y de una pinaza, aunque al precio de que una de las unidades de Garibay ardiese y explotase con 80 hombres a bordo. Avellaneda llegó a tiempo para continuar la persecución, viendo asombrado cómo los ingleses mojaban las velas, para que atraparan más viento, y arrojaban la artillería al mar para ir más rápidos, por lo que le fue imposible capturar nave alguna. Año 2017 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 119


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