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REVISTA GENERAL DE MARINA ENE FEB 2018

TEMAS GENERALES apenas 20 años se inclinaban por Umbral que, aunque en 1990 ya no era el del Spleen de Madrid, seguía cautivándome con su prosa lenguaraz y pseudocheli. Naturalmente acertó el profesor. Al cabo de unos pocos días, José Luis Sampedro ingresaba en la Real Academia con todos los honores. De aquella entrañable charla en torno a la Academia, además de la inevitable referencia al Eclesiastés, «Vanidad de vanidades, todo es vanidad», recuerdo que surgió la cuestión que nos ocupa, la de los marinos académicos. Al parecer, era tradición que siempre hubiese un sillón de la Academia reservado para un marino; sin embargo, aquella aserción distaba de ser exacta, pues en febrero de 1990 ninguno ocupaba asiento en la Academia y todavía tendrían que pasar seis años hasta la elección del almirante Álvarez-Arenas. Además, desde su fundación hasta el ingreso del primer marino de guerra transcurrieron ochenta y cuatro años, pues durante el siglo XVIII anduvieron demasiado ocupados reorganizando la Armada y sentando las bases de la construcción naval. Si el reinado de Felipe V tuvo a José Patiño y a José Campillo, en el de Fernando VI el protagonismo de la renovación naval correspondió sin ninguna duda al marqués de la Ensenada. Tanto en aquel reinado como en los posteriores de Carlos III y Carlos IV, destacarían auténticos colosos de la Marina y de la Ciencia, como Jorge Juan y Santacilia, Antonio de Ulloa, Alejandro Malaspina o Vicente Tofiño; si bien no quiero dejar de recordar un hito del que debemos sentirnos orgullosos: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, a instancias de los médicos militares Francisco Javier Balmis y José Salvany. El último de todos aquellos marinos ilustrados fue Martín Teodoro Fernández de Navarrete y Jiménez de Tejada, conocido como el «último enciclopedista» y primer marino académico de número de la Real Academia Española. Capitán de navío Martín Fernández de Navarrete Martín Fernández de Navarrete (Ábalos, Logroño, 1765-Madrid, 1844) tomó posesión en 1797 del sillón D de la Real Academia con el discurso «Sobre la formación y progresos del idioma castellano». Además, fue bibliotecario de la institución desde 1817 hasta su fallecimiento y director de la Real Academia de la Historia desde 1825, siendo reelegido seis veces, y secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Antes de cumplir los 35 años había sido miembro de las tres academias más importantes de su época. Procedente de una familia aristocrática, estudió en el Seminario de Nobles de Vergara y sentó plaza de guardiamarina en Ferrol en 1780. Al año siguiente, a bordo del navío San Pablo de la escuadra de Luis de Córdova, participó en la campaña del canal de la Mancha y también sirvió a las órdenes de Mazarredo. Junto a su amigo Vargas Ponce, participó en el asedio de las baterías 32 Enero-feb.


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