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EJERCITO 923

Según se proseguía se mandaban avanzadillas y mensajeros a retaguardia informando de lo descubierto. Tras sobrepasar Cíbola, Coronado contactó por primera vez con los nativos del pueblo de Acoma, por donde, tras la fundación de Nuevo México en abril de 1598, pasarían Juan de Oñate y su sobrino Juan de Zaldívar, en este momento expedicionario de Coronado. En una de las partidas exploratorias Melchor Díaz fue enviado hacia el oeste para contactar con las naves de Alarcón: «A un gran río que va por aquella tierra lo nombran el río del Tizón. Es poderoso río y tiene de boca más de dos leguas por allí tenía media legua de travesía. Allí tomó lengua3 el capitán, cómo los navíos habían estado tres jornadas de allí por bajo hacia la mar y llegados a donde los navíos estuvieron que era más de quince leguas el río arriba de la boca del puerto y hallaron en un árbol escripto “aquí llego Alarcón” al pie de este árbol hay cartas. Sacáronse las cartas y por ellas vieron el tiempo que estuvieron aguardando nuevas d’el campo4 y como Alarcón había dado la vuelta desde allí para la Nueva España con los navíos porque no podía correr adelante porque aquella mar era ancón5 que tornaba a volver sobre la isla del marqués6 que dicen California y dieron relación como la California no era isla sino punto de tierra firme de la vuelta de aquel ancón». 72  /  Revista Ejército nº 923 • marzo 2018 El río del Tizón, que el cronista cita otras veces como Bermejo, no es otro que el Colorado, del que habían recibido noticias por los nativos de la zona. Coronado mandaría más adelante una patrulla de 12 hombres al mando de García López de Cárdenas a buscarlo, y contemplándolo desde donde hoy se erige el hotel Tovar: «... como hubieron andado veinte jornadas llegaron a las barrancas del río que puestos a el vado de ellas parecía al otro bordo que había más de tres o cuatro leguas por el aire, esta tierra era alta y llena de pinales bajos y encorbados frigidísima debajo del norte que con ser en tiempo caliente no se podía vivir de frío. En esta barranca estuvieron tres días buscando la bajada para el río que parecía de lo alto tendría una brazada de travesía el agua y por la noticia de los indios tendría media legua de ancho, fue la bajada cosa imposible...». El invierno de 1540-41 sucedería un hecho lamentable como fue el sitio de Tiguex, donde lo pasó el grueso de la expedición acampada en tierra de lo que hoy es Nuevo México, donde habría enfrentamientos con las tribus locales, lo que se llamó la guerra de Tiguex. A la par, las patrullas seguían aportando información y, llegada la primavera de 1541, Coronado, tras liberar a un cacique prisionero y dejando en Tiguex al mando de Tovar, se adentró hacia las grandes llanuras en busca de Quivira contactando con gente apache y contemplando llanuras totalmente cubiertas de búfalos. Coronado mantenía a un guía embaucador, descubierto así por otros guías, pues les hablaba sin parar de las inexistentes riquezas de Quivira. Era tan inmensa la planicie, como describe Castañeda, que era necesaria una brújula, como si por el mar se viajase por no haber otra referencia que las estrellas, por lo que iban erigiendo pequeños montículos de piedras. Tras 17 días y 250 leguas de marcha y viendo que las provisiones escaseaban mandó a retaguardia a Tristán de Luna, en dirección a Tiguex, prosiguiendo Coronado con 30 jinetes y 6 arcabuceros en búsqueda de Quivira. La Siete Ciudades o Cíbola de Joan Martines, dibujado en 1578 siguiendo el estilo mallorquín


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