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EJERCITO 924

Organización  /  53 En realidad, todas las unidades españolas fueron reorganizadas tras la Guerra Civil, pero el Decreto de 21 de diciembre de 1943 las hizo depositarias de los historiales de otras creadas en 1824. La Real Orden de 31 de mayo de 1828 vinculó estas con los regimientos que recibieron sus denominaciones perpetuas en la Ordenanza de 10 de febrero de 1718 y que procedían, a su vez, de los tercios que habían combatido en la guerra de Sucesión. Non plus ultra. Las victorias de Nápoles I en Túnez (1535), Nápoles II en Mühlberg (1547), Nápoles III en Lepanto  (1571) y Nápoles IV en Jemmingen (1568) deben ser patrimonio de TODA la Infantería. Primero, porque fueron protagonizadas por cuatro tercios diferentes que nunca recibieron oficialmente tales nombres, sino los de sus maestres de campo. Segundo, porque su vida orgánica se extinguió al colapsarse las respectivas cadenas de mando en Milán (1538), Hungría (1554), Irlanda (1588) y Holanda (1574). Huelga decir que cuando Zamudio mandó la infantería en Rávena (1512) o Pescara en Pavía (1525) no había tercios permanentes. Los historiales de esas colunelas o prototercios no pueden heredarse, como tampoco el Regimiento Pavía puede recoger los de las compañías de caballería que las acompañaban. Una falacia de Ferrer Couto, sin fundamento histórico ni refrendo legal, atribuyó a Soria todas esas gestas. En realidad se hizo trampas al solitario, ya que defender su existencia en 1509 implicaba aceptar las francesas y reconocerle su prelación a las bandas de Picardía (1482). Algo francamente intrascendente, porque el prestigio de una unidad no reside en su edad sino en sus hazañas y, aun derrotado, el tercio de Brabante alcanzó la inmortalidad en Avein y Rocroi. Salvo que futuras investigaciones demuestren lo contrario, el regimiento de infantería más antiguo de Europa es el Galicia n.º 64, creado como tercio de Álvaro de Vega y conocido como Sicilia III (1550-1598), Flandes  III (1598-1718) y Reina II (1792- 1811). Aunque resulte doloroso, el resto también debería asumir su verdadera antigüedad: •  El primer monarca que dedicó un regimiento a la reina consorte fue Felipe V (1735); la «Guardia Chamberga» escoltaba a Carlos II. Ni uno ni otra fueron precedentes del Reina actual (1824). •  Aunque mezclasen banderas veteranas y bisoñas, Sicilia y Príncipe nacieron cuando el rey patentó a sus maestres de campo (1568/1570). •  Saboya (1591) no tuvo relación con el tercio de Sande (Sicilia II). •  El de Figueroa desapareció cuatro años antes de la creación del futuro Córdoba (1588) y a dos mil kilómetros de distancia. No obstante, falta por dilucidar si su primer maestre de campo fue Toledo o Isla. •  Aunque reorganizado en 2017, Zaragoza podría recuperar legalmente su antigüedad de 1579, como hizo Soria en 1996. •  Nápoles no puede custodiar su propio historial sino el de Corona (1635), nombre que se evitó en 1943 como el resto de monárquicos. •  A contrario sensu, Zamora (1581) es mucho más antiguo que Isabel la Católica (1877) y protagonista del milagro de Empel, por lo que deberían intercambiar sus denominaciones o recuperar la de Holanda. Durante la guerra de Sucesión todas esas unidades perdieron sus historiales, que reconstruyeron gracias a investigaciones de Ferrer y Clonard. Ambos nacieron en una sociedad que rechazaba los postulados de Darwin y es comprensible que La cruda realidad


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