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EJERCITO 924

Los amotinados ni llegaron a las islas de la Especiería ni lograron regresar a Nueva España. Terminaron naufragando en Nueva Guinea, donde los portugueses rescataron a unos pocos supervivientes en 1539. Carlos I encargó a Antonio de Mendoza y Pacheco, primer virrey de Nueva España, organizar una expedición con el objetivo de buscar nuevas rutas comerciales, instalarse en el archipiélago de San Lázaro y encontrar una ruta de retorno. Una expedición, organizada y mandada por Pedro de Alvarado, no llegó a hacerse a la mar. Alvarado participó en Nueva España en la conocida como «guerra del Mixtón» y murió en 1541 a causa de las heridas recibidas. Se hizo cargo de la expedición un reputado capitán de las flotas de Indias, Ruy López de Villalobos. Con seis naves partió a finales de 1542 del Puerto de Navidad, en el Pacífico mexicano10. Villalobos llegó a su destino. Bautizó a la actual isla de Leite como Felipina, en honor al heredero del trono, el entonces príncipe Felipe. Este nombre se extendería al conjunto del archipiélago, que pasó a ser conocido como Filipinas. Durante sus años en la Especiería Urdaneta aprendió varios dialectos locales, navegó con los nativos y recopiló toda la información que pudo. Años después, Felipe II recuperó gran parte de la documentación confiscada en Lisboa. Pero para entonces Urdaneta ya la había reescrito. El asentamiento español en estas islas tropezó con todo tipo de dificultades: hambre, hostilidad de los nativos, problemas en la navegación por el archipiélago…, todo parecía ir contra el objetivo de la expedición. Un intento de tornaviaje dirigido por Bernardo de la Torre, uno de los capitanes de Villalobos, fracasó en 1543. Otro más, el sexto desde 1522 (si contamos el de Grijalva), dirigido esta vez por Íñigo Ortiz de Retes, también fracasó en 1545. Aislados y exhaustos, los españoles se vieron obligados a abandonar las Filipinas y buscar refugio en las Molucas11. Allí, tras algunas desavenencias 64  /  Revista Ejército nº 924 • abril 2018 con los portugueses, acabaron negociando su repatriación y entregándose12. Villalobos murió de fiebres palúdicas durante una escala en la isla moluqueña de Amboina. En su lecho de muerte, en 1546, fue auxiliado por el que sería san Francisco Javier, en aquel momento nuncio del papa en Asia. Según el factor real de la Armada, el cántabro García de Escalante Alvarado, que escribió la mejor crónica de las existentes sobre la expedición, 144 supervivientes llegaron a Lisboa en 1548 (en realidad fueron 145, porque García de Escalante no se incluyó en la lista)13. Las expediciones de Magallanes-Elcano, Loaísa, Saavedra, Grijalva y Villalobos habían costado muchas vidas, barcos y dinero. Pero los españoles eran los únicos europeos que habían navegado por el Pacífico. Se habían descubierto multitud de islas hasta entonces desconocidas (incluido Hawái) y se había recopilado gran cantidad de información sobre corrientes, vientos y climas. Encontrar la ruta de regreso a América estaba cada vez más cerca, aunque aún pasarían años antes de lograrlo. LA EXPEDICIÓN DE LEGAZPIURDANETA Y EL TORNAVIAJE Felipe II defendía, igual que su padre, que las Filipinas caían dentro de la demarcación española según el Tratado de Zaragoza. Algunos cosmógrafos, en particular Andrés de Urdaneta, discrepaban. El virrey novohispano Luis de Velasco promovió una nueva expedición marítima a Oriente, para la que solicitó autorización a Felipe II por medio de Juan Pablo de Carrión, veterano de la expedición Villalobos. El principal problema que tenían que resolver era la ruta del tornaviaje. Sin esa ruta no se podría desarrollar el comercio con Oriente. Velasco reunió a los navegantes más experimentados en el Pacífico para analizar y proponer la posible ruta. Entre estos navegantes destacaban Guido de Lavezaris, otro veterano de la expedición Villalobos, el ya citado Juan Pablo de Carrión y, sobre todo, Andrés de Urdaneta. Andrés de Urdaneta había profesado como fraile agustino14 y estaba en un convento de Ciudad de México. Pero en el pasado, por la experiencia de sus años en las Molucas, había redactado escritos en los que aseguraba ser capaz de encontrar la ansiada ruta15. Dirigió la expedición Miguel López de Legazpi, que no era marino ni militar sino un burócrata honrado que demostró ser un hombre providencial. Urdaneta, que no quería oír hablar de ir a Filipinas, fue presionado por Felipe II para que saliera del convento y fuera el cosmógrafo de la nueva expedición. La expedición con cinco naves salió, al igual que la de Villalobos, del Puerto de Navidad en noviembre de 1564, con una tripulación en gran parte novohispana. Las instrucciones detalladas eran secretas y el sobre que las contenía se abrió una vez en alta mar. En este caso había tres objetivos principales que cumplir: conseguir un asentamiento en Filipinas que asegurase la presencia española en Oriente y el acceso al mercado de las especias, predicar la fe cristiana y encontrar la ruta del tornaviaje. Dirigió la expedición Miguel López de Legazpi, que no era marino ni militar sino un burócrata honrado que demostró ser un hombre providencial


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